Twilight Tuesday- El Todo

 

Hola, hermosos, aquí saludándolos con todo el amor de siempre.

Ya conocen ustedes mi gran adoración por el ballet, el fervor que he sentido por este arte toda mi vida. Pues bien, el domingo tuve la oportunidad de ver al Ballet Imperial Ruso en su visita a México. El programa era inmejorable: la Suite de Carmen, Carmina Burana, y el Bolero de Ravel. La escuela rusa es una de las más puras y hermosas que existen, y eso sin duda se notó en escena: técnica impecable y un estilo que nunca ha sido afectado por las corrientes francesa o rusa; un auténtico método Vaganova. Sin embargo, y como mi madre me lo hizo notar, algo quedaba a deber. No podíamos expresar con exactitud qué era, pero a partir del segundo acto pude ver que efectivamente no había una auténtica conexión entre la obra, los bailarines, y la audiencia. Durante y después del espectáculo Traté de ubicar qué era ese “algo” que había faltado, poco a poco empezando a darme cuenta de qué era, y llegando a casa busqué en Internet aunque fuese un fragmento de la misma Suite de Carmen que acababa de ver, pero ahora con quien es probablemente mi bailarina favorita de toda la vida: Diana Vishneva. Cuando la música inició y ella empezó a moverse, vi todo lo que había faltado en el Teatro. Cada movimiento de Diana reflejaba lo mucho que ella ama su arte, sus movimientos eran energéticos y poderosos, sensuales, gráciles, cautivadores.

Después de ver la Suite busqué el Bolero, igual con Diana Vishneva. El Ballet Imperial Ruso había hecho una coreografía completamente distinta a la original de Maya Plisétskaya (que es la más conocida y la que encontré ejecutada por Diana). Una vez más brotó el auténtico goce, esa hambre de danza que parecía brotarle del alma. Decidí que la enorme diferencia entre Yara Araptanova y Diana Vishneva es que esta última demostraba una auténtica entrega a su trabajo. Ella dejaba el corazón en escena, y eso se lo contagiaba al espectador. Por eso, aunque la coreografía de la Suite haya sido exactamente la misma, ejecutada de igual forma por dos profesionales, Diana Vishneva es indudablemente la mejor. Les dejo el video, para que lo sientan por ustedes mismos.

A lo que voy con esta anécdota es, no importa qué tan bien se haga algo, si no hay pasión más de la mitad de la magia se pierde. No basta con hacer las cosas bien; cuando no hay amor por lo que se hace todo el proyecto queda arruinado. Si hay algo que nos distingue como fandom es la pasión. Creo que nunca antes había visto un fenómeno emocional tan grande como el que representamos los Twilighters. He pasado algunos años viendo (y perteneciendo a) distintos fandoms, y por fin empieza a hacerse la luz dentro de sus complejísimos órdenes sociales. En general dentro de las dinámicas de un fandom, cualquier fandom, se pueden distinguir tres etapas:

1. El arrebato- los primeros meses desde que descubrimos el nuevo objeto de nuestro cariño. Es cuando la persona brinca y se pone a la defensiva apenas se hace la más mínima alusión negativa a lo que admira. Los fans en esta etapa son los más explosivos y difíciles de tratar, más aún si se trata de chicas jóvenes o preadolescentes. Otros fans “jóvenes” no se determinan por la edad fisiológica, sino por el tiempo que llevan siendo fans. Por lo general ese tiempo es directamente proporcional al juicio que demuestran en la vida diaria, independientemente de los años físicos que tengan.


2. El enamoramiento- igual que si nos enamorásemos de una persona, esta etapa son los meses en los que todo es perfecto, puro amor y felicidad. Es una fase bonita en la que uno se dedica a gozar su afecto, en la que hay que retozar en la obsesión sin acomplejarse en lo más mínimo. Somos oídos sordos ante las críticas y ya aprendimos a controlar los instintos asesinos de la Etapa 1. Realmente es la luna de miel de cualquier fan, un estado ideal de ensoñación. Por supuesto, se acaba.


3. Embracing- una vez que la obsesión y el amor arrebatado empiezan a calmarse viene el proceso de realmente asimilar el fandom. Es aquí cuando se ve quiénes son los auténticos fans y quiénes eran sólo víctimas de una afición pasajera. Aquí se ve de igual forma un amor enorme, pero mucho más tranquilo, ya no alguien dispuesto a irse a la yugular de un detractor, sino alguien cuya experiencia le permite saber con cuáles de ellos vale la pena gastar tiempo, qué argumentos usar, cómo defenderse, y cómo comportarse. Aceptamos el fandom con sus pros y sus contras, sus lados buenos y malos, ya no nos cegamos. Aquí el enamoramiento abre paso al amor. Son estos los individuos que tienen como prioridad poner el nombre de su fandom muy en alto.

Digamos que la diferencia entre alguien en la etapa 1 y la 3 es que en la Primera está una niña que acaba de ver Barbie Cascanueces, y tiene un enamoramiento básico con la danza. Es joven, tanto en edad como en su etapa de admiración. Se pinta el mundo color de rosa y anda a quitarle el DVD o la muñeca oficial de la película, porque se arma un berrinche de proporciones niño-inmortal-hambriento. Y en la Tercera está una bailarina experimentada, que lleva años estudiando y preparándose, que sabe que la fantasía es en realidad un camino muy duro, y que justamente por eso lo ama. Puede que sufra, pero es parte del amor en sí.

Creo que además los Twilighters tenemos un impulso muy especial, una combinación de factores que nos han llevado un pasito más allá que la mayoría, algo que nos hace identificables y que una persona se forme una idea total de nosotros apenas descubre que somos Twilighters. Esto puede ser bueno o malo dependiendo de cómo aprendamos a manejarlo, y de la imagen que decidamos dar. En alguna ocasión alguien que no es precisamente fan de Twilight me dijo durante uno de nuestros debates, “Es que contigo sí se puede razonar”. No ha sido fácil, créanme, yo siempre fui de hacer berrinches verdaderamente épicos a la menor provocación. Cuando aprendí que con eso sólo lograba hacer mala imagen a aquello que más amaba fue que empecé a trabajar sobre mi actitud. Quizá me saqué yo solita de mi momento de feliz enamorada, pero fue lo mejor. Tratar de dar la imagen de un Twilighter pensante y culto debe ser una de nuestras prioridades. Precisamente porque amamos la Saga, precisamente porque sentimos por ella toda esta pasión, es que hay que purificar su nombre y enaltecerla.

Hemos creado algo muy bonito, gente. A estas alturas de la vida los que quedamos estamos ya en la etapa 3, empezamos a alcanzar el nivel definitivo de madurez. No nos conocemos personalmente, salvo algunas felices excepciones, pero no cabe duda de que estamos profundamente unidos, quizá a un nivel mayor que con mucha de la gente que conocemos en persona. Es justamente nuestra pasión la que ha construido tantos puentes, la que nos conecta, la que nos sostiene. Luchemos por mantenerla y hacer que nos aliente en la mejor forma posible.

Hasta aquí mi sentimentalismo de hoy. No se olviden de dejarnos todos sus comentarios y opiniones, aquí se lee a todos. Nos veremos el martes que viene, con las mismas ganas y entusiasmo de siempre. Cuídense mucho, sean felices, y hasta el próximo Twilight Tuesday.

XOXO

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Recomendación de la Semana

Diana Vishneva

“Una criatura de gasa y acero, brazos sinuosos, figura flexible, y pies exquisitamente articulados”, en palabras de Dance Magazine. Como ya les comentaba, Diana es mi bailarina favorita, y hoy quiero presentársela a ustedes. Diana Vishneva es una de las prima ballerinas del Mariinsky (conocido fuera de Rusia como Kirov); junto con Ulyana Lopatkina y Svetlana Zakharova es probablemente de las más reconocidas en el mundo entero. Es egresada de la Academia Vaganova, probablemente la escuela de ballet más prestigiosa del mundo, la que ha dado prodigios como Anna Pavlova, Rudolf Nureyev, Vaslav Nijinsky y Mikhail Baryshnikov. A los 13 años, Diana recibió la calificación más alta en la historia de la Academia, y fue reclutada por el Mariinsky incluso antes de graduarse. Apenas un año después de su ingreso a la compañía fue ascendida a prima ballerina, un rango que por lo general tarda años en alcanzarse, si es que se logra. Esta hazaña pudo ser gracias a esa increíble entrega que Diana muestra sobre el escenario, un temperamento pasional quizá atípico en nuestra concepción de la tradicional ballerina rusa, pero que al unirse con la disciplina y la pureza técnica que sí son características de la escuela de Vaganova forman, básicamente, un milagro. En este momento Diana tiene contratos activos con el Mariinsky, el Paris Opera Ballet, y el American Ballet Theater, lo que la vuelve una de las figuras más cotizadas y populares del ballet. No dejen de seguir su trabajo y de maravillarse con quien en definitiva va camino a volverse una leyenda.