Cap 1: Unrestraint

Por DiarioTwilight   Publicado a las  1:41 p. m.   0 comentarios


Capítulo I: "Anacronismo."

BPOV.

Me sentía increíblemente relajada, la brisa primaveral acariciaba mi cara lentamente y me indicaba que el verano se estaba acercando muy rápido. Sin duda, esto era lo que más disfrutaba de venir aquí después de clases. Solo venía y me sentaba en esta banca vieja, malgastada y abandonada que se encontraba en el lado "oscuro" del parque. Cuando era niña y venía aquí, los chicos más grandes asustaban a los pequeños con historias de este lugar, solían decir que un malvado gigante vivía debajo de la enorme roca que reposa justamente en el centro del parque. En los sesentas esta era la zona más visitada del parque con juegos infantiles y un arenero pero con el tiempo las personas, sin ninguna razón aparente, dejaron de venir. Este era uno de mis lugares favoritos en todo el mundo, era como si por dos horas seguidas solo fuera yo, sin presiones o deberes. Bella haciendo lo que mejor sabe hacer: nada.

Vi la hora, eran las 5:23 pm. Llevaba retrasada veintitrés minutos, pero sabía que nadie había notado mi ausencia. Mamá seguro estaba demasiado ocupada haciendo la cena o bebiendo del whisky que estaba escondido en la alacena superior de la cocina, como para notarlo. Renée no era una mala madre, nunca lo fue, de hecho ella era un ejemplo a seguir, o eso decían mis hermanos, ya que abandonó su carrera de ensueño como Psicóloga para criarnos a mis hermanos y a mí. Somos cinco en total: Becca, los gemelos: Carl y Jason, Sam y yo.

Boston era una buena ciudad, era el lugar perfecto donde una chica desearía vivir, claro después de New York y Los Angeles. Era mi ciudad natal y aún no comprendía por qué no la sentía mi hogar, cada noche antes de dormir reflexionaba sobre eso, tal vez había algo mal en mí. Mi casa se encontraba a las afueras de la ciudad, gracias a Dios, porque no podría soportar vivir en el centro de esta; aunque mi hermana Becca decía que era lo mejor. Becca era lo más parecido que tenía a un modelo a seguir, con 25 años, era una recién graduada en la UB, comprometida con el "amor de su vida" Joe y vivía en su propio apartamento, sin duda había logrado mucho siendo tan joven.

Abrí la puerta de entrada

— ¡Llegué! —grité como si no fuera obvio.

Odiaba venir a casa cada día, para mí ir a la escuela era como cuando un pájaro por fin aprendía a volar, me sentía libre; le decía adiós a la madre regañona, los hermanos molestos y a la hermana con SPM (Síndrome pre menstrual).

Subí a mi habitación, la cual compartía con Sam. Nos llevábamos relativamente bien, al menos cuando ella no estaba de mal humor.

— ¡Hola, Samantha! —la saludé con mi enorme sonrisa, siempre falsa.

— ¿Podrías dejar de llamarme así? Mi nombre es Sam, no es tan difícil —dijo con la frente pegada a una estúpida revista adolescente, no sé qué les pasaba a las chicas estos días. Lancé mi mochila amarilla a la cama de arriba y salí de mi habitación yendo hacia la cocina.

Entré sigilosamente a la habitación, sabía que mamá estaba bebiendo a escondidas; era divertido sorprenderla y ver cómo se le caía el whisky al suelo, era como mi forma de entretenerme en estas insufribles cuatro paredes.

La vi de espalda y con cuidado me acerqué a ella.

— ¿Qué estás haciendo, Renée? —susurré.

Pegó un salto y la botella se le resbaló, pero logró atraparla. ¡Rayos! Tenía buenos reflejos, sería para la próxima.

— ¡Bella! ¿Qué demonios te pasa, acaso quieres que muera de un infarto? —comentó rápidamente mientras escondía la botella en la alacena—. Espero que te haya ido bien en la escuela. Llamó tu padre… —Estaba realmente nerviosa y por eso hablaba sin parar, pero no me sorprendía, no era la primera vez que la veía bebiendo.

—Renée, no me cambies el tema, sabes que te agarré con las manos en la masa.

—No me digas Renée, soy tu madre. Qué empeño el tuyo de llamarme por mi nombre de soltera.

—Pues, madre —enfaticé la palabra madre—. Tú estás, relativamente, soltera.

—Sí, como sea. Ven, mejor vamos a cenar.

—No hagas la vista gorda a lo que es obvio… Renée. — Caminé a la sala de estar, riéndome en el camino.

— ¡Bella! — Oí el grito proveniente de la cocina.

Decidí ignorarla y me tumbé en un sillón. Prendí la tv (TV) y cambié los canales; estaban pasando Hannibal en AXN, el caníbal pervertido que comía mujeres. Justo cuando estaba a punto de comerse a una de sus víctimas me sobresaltó el grito de mamá.

— ¡Demonios! ¡Me quemé! —se quejó mientras se desplazaba de un lado al otro de la cocina.

Seguí concentrada viendo la televisión cuando me llegó un olor exquisito. Me preguntaba qué estaría cocinando. Era su especialidad "carne a la Renée" así lo llamaba ella, patético, pensé.

—Bella, la cena está lista. —En ese momento sabía que tenía que ir a poner la mesa o probablemente terminaría lanzando un zapato contra mi cabeza.

Tomé el control remoto, apagué la televisión, me encaminé a la cocina e ignoré los comentarios fuera de lugar que hizo mi madre.

—Bella, los cubiertos.

—Bella, los platos.

— ¡No! Qué torpe eres, no sirves para nada y cuando terminemos de cenar sabes que es tu turno de limpiar la cocina. —Hice todo sin quejarme, no tenía caso discutir con ella.

Tardé aproximadamente quince minutos en cumplir mi tarea. Mamá llamó a los gemelos, que bajaron dándose golpes y riendo sin parar. Luego llamó a Sam quien no respondió, como siempre.

— ¡Sam, la cena está servida! —gritó Renée por quinta vez.

Aún no bajaba. Suponía que debía estar hablando con Mike, su novio mala conducta de 18 años, del cual estaba segura que si mamá se enterara la mataría y luego me mataría a mí solo para desahogarse, o simplemente estaba escuchando Green daycon los audífonos a todo lo que dan.

—No tiene caso, voy a ir a buscarla. Por cierto, controla a tu hija, Renée, después de todo tú decidiste tenerla, no es mi problema —me quejé mientras salía rápidamente de la cocina antes de que me respondiera o sintiera su mirada asesina sobre mí. Subí las escaleras y me dirigí hacia mi habitación, abrí la puerta con un ruido ensordecedor y Sam se sobresaltó.

— ¿Qué estás haciendo? —pregunté, mientras veía que se ponía la camiseta rápidamente frente a su portátil, se notaba que estaba nerviosa.

— ¡Qué te importa!

Sam era muy atractiva y delgada, con cabello castaño claro y unos hermosos ojos azules; sin duda se parecía a mamá.

—Sí, qué me importa. —Me acerqué a ella y le dediqué una sonrisa—. Dime, Sam, ¿qué estabas haciendo? —Me miró y empezó a sollozar.

— ¿Qué pasa? —Cuando miré su portátil lo comprobé, estaba hablando con el imbécil de Mike. Ha estado chateando con él desde que papá se fue de casa.

Reprimí el impulso de abrazarla. La miré y le sequé las lágrimas que caían sobre sus mejillas.

—No debes hacer eso por un hombre, Sam —le aconsejé sinceramente y me miró impasible.

—Te parezco una zorra, ¿no es cierto? —dijo irritada y molesta.

—No, Samantha. No soy quién para juzgarte, solo sé que lo que ese imbécil está haciendo contigo no está bien.

—Bella, no es problema tuyo.

—Como quieras. —No tenía caso querer ayudarla, ella misma debía darse cuenta. Decidí no hablar más del tema—. La cena está servida, mamá quiere que bajes —anuncié y salí de mi habitación.

Cuando llegué a la mesa los gemelos y mamá ya estaban cenando.

— ¿Sam? —preguntó mamá.

—Aquí estoy, estaba leyendo un libro —respondió Sam mientras bajaba las escaleras—. Lo siento, perdón por la demora. —Se sentó en la mesa y me miró, decidí ignorarla y me senté a comer.

Todos comimos en silencio, hasta que Carl, uno de los gemelos, habló.

—Jason y yo tenemos una presentación de violín dentro de una semana —comentó con entusiasmo; ambos destilaban felicidad por sus poros.

Mis hermanos mayores Jason y Carl con 21 años, estaban en el tercer año de música en la UB, eran el orgullo de la familia.

Mi padre Charlie era pianista, siempre quiso que todos sus hijos tocasen algún instrumento. Deseó que Sam tocara la guitarra, ella lo intentó pero al mes abandonó el instrumento; sin duda eso no es lo de ella. Becca, siempre estuvo centrada en sus estudios por lo que papá no pudo persuadirla de asistir a tan solo una clase de música.

Por mi parte, papá siempre quiso que aprendiera a tocar el piano. Recuerdo que siempre me tocaba una melodía dulce de Bach Marcello, me gustaba pero ni siquiera lo intenté. Sabía que el piano era un instrumento demasiado complejo para mí, simplemente era una pérdida de tiempo, no aprendería de ninguna manera.

El día que los gemelos le dijeron a mi padre que querían entrar a la UB por música, papá estaba tan orgulloso que no podía ocultar la felicidad, dos de sus hijos seguirían sus pasos.

Mamá habló y me sacó de mis recuerdos.

— Oh, cariño, estoy tan orgullosa de ustedes —dijo, mientras tomaba un sorbo de zumo de naranja, aunque yo sabía que no era solo zumo.

— ¡En hora buena! —agregó Sam en un tono burlón.

Yo permanecí mirando a Renée, y Jason me despertó de mi ensoñación.

—Bella, ¿no estás feliz por nosotros? —preguntó y sentí una punzada de envidia.

Quité la vista de mi madre y miré a mis dos hermanos, piel pálida, ojos castaños y cabello pardo como el chocolate.

—Sí que lo estoy, ¡felicidades! —afirmé y sonreí al mismo tiempo, los recordaba todas las tardes en el garaje mientras practicaban con sus violines.

Seguimos comiendo y continué mirando a Renée. Se levantó de la mesa, entraba y salía de la cocina cada cinco minutos con el vaso de zumo de naranja en la mano, sabía que no era la única que se daba cuenta de la acción.

Los gemelos y Sam terminaron la cena y se dirigieron a sus habitaciones. Recogí la mesa y llevé los platos a la cocina mientras mamá los lavaba, sin querer se le cayó un vaso y este se rompió en pedazos.

— ¡Diablos! —gritó sorprendida y empujó los cristales rotos con el pie.

—Te vas a hacer daño, tranquila. —Fui a buscar una escoba y un recogedor al garaje.

Cuando regresé a la cocina encontré a Renée llorando junto al mesón, tenía ganas de abrazarla y decirle que todo estaría bien; sabía que la familia estaba pasando por tiempos difíciles y me hubiese gustado no ser tan inmadura en algunos asuntos y ayudar más, pero me resistí y la ignoré. Limpié el desastre, tiré los cristales en la basura y me fijé que en el fondo había una botella vacía de vodka. Decidí enfrentarla pero siempre era tan difícil hablar con ella, deseaba que Becca estuviera aquí.

— ¿Hasta cuándo vas a seguir bebiendo?

— ¿De qué hablas, Bella? —Me miró con incredulidad como si estuviera loca, su maquillaje estaba corrido y tenía su cara manchada de negro por las lágrimas.

—Sabes a lo que me refiero, Renée —repliqué—. Antes lo hacías moderadamente pero ahora lo haces en cada oportunidad. Esto no está bien, mamá. —La miré furiosa, trataba de estar calmada pero no podía.

—Bella, las cosas no son así.

— ¿Entonces cómo son? Asume las consecuencias de lo que haces. —Mi rabia aumentaba a medida que hablaba—. Solo bebes y conviertes poco a poco tu vida en una mierda. Nadie te mandó a acostarte con ese tipo. —Estaba sorprendida de mis propias palabras.

Renée tenía una mirada de tristeza y decepción. Se volteó y pensé que se iba, pero de repente dio la vuelta y me dio una bofetada. Sentí el escozor de mi piel, esa vez se había pasado. Al igual que yo...

— ¿Cómo pudiste hacerlo? Estás fuera de control y a punto de perderme en tu vida —le dije. Salí corriendo de la cocina y me dirigí a mi habitación. Abrí la puerta y Sam me miró, me tumbé en mi cama.

— ¿Qué pasa? —preguntó preocupada. No le respondí, las lágrimas empezaban a correr por mi rostro—. Si no quieres hablarme lo entiendo. Gracias por no contarle nada a mamá.

No le presté atención, solo quería llorar, ya no podía más con esto, cada día era más de lo mismo. Lloré hasta que me quedé sumida en un sueño profundo.

Al día siguiente, desperté y me dolía mucho la cabeza. Miré a Sam y aún estaba dormida en la parte de abajo de la litera. Bajé con cuidado, me dirigí al baño y me miré en el espejo, tenía unas horribles ojeras bajo los ojos producto del llanto y solo veía el reflejo de una chica de ojos chocolate, cabello castaño largo y alborotado con una cara soñolienta.

Miré el reloj de pared que había en el baño, eran las 7:13 am. Oh, es sábado, recordé. Decidí tomar un baño. Entré a la ducha y empecé a cantar una canción de mi banda favorita beautiful world de Coldplay. Salí de la ducha y repasé poco a poco en mi cabeza lo que había pasado el día anterior, aún me dolía la mejilla y mi rabia de la bofetada que Renée me dio ayer regresó, respiré profundamente y me calmé. Me vestí, me puse unos vaqueros y una camiseta púrpura, me ajusté los Converse negros y me cepillé el cabello. Me miré en el espejo y sonreí, me agradaba el resultado.

Salí del baño, Sam seguía dormida. Abandoné la habitación sin hacer ruido, cerré la puerta y me encaminé hacia la cocina. Entré y me encontré a Renée sentada en el mesón tomando un café.

—Buenos días, hija —saludó.

—Hola

—Tu padre ha llamado —comentó con un hilo de voz—. Quiere verte y viene por ti en dos horas. Tenía planeado ir a levantarte pero veo que te me adelantaste.

— ¿Solo a mí? —¿Y ahora qué hice?, pensé. Nunca estaba sola con papá, de seguro me iba a dar un sermón.

—No lo sé, Bella, tal vez quiere pasar tiempo contigo —dijo sin ánimo.

—Está bien.

— ¿No esperarás el desayuno? —preguntó con esperanza en la voz.

—No. No tengo hambre desde anoche. —Le di la espalda y salí de la cocina. Sabía que le había dolido mi reacción y me alegré, se lo merecía.

Salí al porche y me senté en una silla mientras esperaba a papá, sabía que eran dos horas pero no me importaba. Revisé el iPhone y tenía un whatsapp de Becca.

Becca:"Bella, ¿cómo estás?"

Sonreí y le respondí. Le conté que las cosas iban normales y que las había sabido llevar, eso no era del todo cierto, pero no quería preocuparla.

Me apoyé en el respaldar de la silla y repasé lo de anoche una y otra vez. Volvió a sonar el teléfono, era Becca otra vez.

"Pronto iré de visita, cuídate Bells :') "

Sonreí, veía que Becca era feliz. Al menos ella lo era.

Papá llegó a la hora acordada, en su Toyota Prius blanco. Tocó el claxon y me dirigí al auto apresuradamente. Abrí la puerta y me senté en el asiento de copiloto.

—Hola, papá —lo saludé con una sonrisa en el rostro.

—Hola, Bellie. —Me devolvió la sonrisa y me dio un beso en la mejilla, luego nos fuimos.

— ¿A dónde vamos? —pregunté emocionada. Estaba muy feliz de verlo, ya hacía dos semanas que no venía de visita y ya lo extrañaba.

—A un café, ¿te sigue gustando el chocolate caliente tanto como antes?

—Claro, papá —le respondí sintiéndome como una niña de siete años.

Charlie aparcó y nos bajamos. Nos dirigimos a un café, que tenía un letrero que decía sweet cookies, nunca había venido aquí. Charlie abrió la puerta y entramos.

Era un lugar muy cálido, olía a café, chocolate y galletitas, era una mezcla de todo. Había un bar en el centro donde se veía a los empleados haciendo los cafés y las bebidas calientes, además de algunas tortas y brownies. Nos ubicamos en una mesita con dos bancos acolchados de color negro, el lugar resultó confortante. Miré un cuadro que había en la pared, era una chica sentada en el césped mirando la torre Eiffel mientras tomaba un café. Nunca he estado en París, pensé.

— ¿En qué piensas, Bella? —preguntó levantando una ceja.

—Nunca he ido a París.

—Lo sé. Algún día te llevaré. Kate y yo estamos planeando ir para las próximas vacaciones —me dijo un poco dudoso.

—Oh. —Una punzada de celos me invadió. Kate era la nueva novia de papá, tocaba la flauta; había estado saliendo con ella desde que se fue de casa, no sé de donde se conocían, creo que era una ex amiga de mamá—. Qué bien, papá. ¿Qué tal vas con Kate?

—Muy bien, Bells. Ella y yo lo estamos llevando con lentitud —comentó sin mucho ánimo—. Creo que ya estoy superando lo de tu madre. Pero he visto a ése cabrón de tu profesor de arte y me han dado unas ganas tremendas de matarlo. — Sus ojos se llenaron de furia, sabía que todavía le importaba.

— ¿Cómo está tu madre?

Me sorprendió que me preguntara por mamá y aún más que hablara de mi profesor, ya que desde aquel día en que quedó descubierto su romance con mi madre no lo había visto más, y espero que Renée tampoco.

—Ah, ella está bien. —Hundiéndose en el alcohol, pensé y recordé todos los malos ratos de ayer—. Muy bien.

— ¿Y tú cómo estás?

—Yo estoy bien, papá. La escuela y mis amigos me mantienen muy ocupada —mentí y miré la mesa—. Si te refieres a lo otro… lo he llevado bien.

Llegó el camarero y nos tomó la orden, revisé el menú y ordené una taza de chocolate caliente y un brownie. Charlie pidió solo un café. El camarero se retiró y papa y yo nos sumimos en un silencio incómodo.

Pasaron los minutos mientras esperábamos nuestra orden, papá hizo uno que otro comentario, sin sentido, yo sonreí, sabía que me estaba buscando conversación. Respondí con monosílabos y se dio cuenta de que yo no hacía el esfuerzo por seguirle y decidió callarse.

El camarero llegó con la orden y olía muy bien. Empecé a comer y papá bebió su café mientras miraba el Blackberry y navegaba en Internet. De repente llegaron a mí una serie de recuerdos del día en que mi padre se fue:

Era miércoles por la noche, llegue a casa después de haber pasado toda la tarde en el parque, sabía que llegar a esta hora me traería problemas, abrí la puerta y entre, solo se escuchaban gritos. Renée y Charlie estaban discutiendo.

— ¡¿Cómo pudiste hacer esto?! —gritó Charlie mientras tiraba un retrato de mamá, el cual nunca había visto.

—Tú me hiciste sentir sola, él me hizo sentir viva de nuevo —afirmó Renée.

— ¡No hay excusas, Renée! Me engañaste, yo nunca lo hubiese hecho. ¿No te da vergüenza con tus hijos? —lo dijo mientras volteaba la cabeza y me miraba. En ese momento me di cuenta de que le escocían los ojos con lágrimas, los tenía rojos y no podía mantenerse en equilibrio, además tenía dificultad al hablar, estaba borracho.

—Cállate, no metas en esto a ninguno de mis hijos.

—Eres una perra. —Papá levantó la mano, estaba a punto de intervenir pero luego la bajó y salió corriendo de la casa.

Sentí un nudo en la garganta y quería llorar, ellos nunca discutían, me preocupaba.

Mama salió corriendo tras él, para detenerlo, pero ya era muy tarde, Charlie arrancaba el auto y se encaminaba hacia la oscuridad. Yo me quedé dentro de la casa paralizada mientras las lágrimas empezaban a salir de mis ojos.

Oí que mamá se acercaba, me sequé rápidamente las lágrimas y decidí preguntarle qué había pasado.

— ¿Qué demonios pasa, Renée?

— ¡No seas grosera, Bella! —gritó y me clavó la mirada—. Nada, tu padre me ha dejado, ¿es que no lo has visto?

—Sí, lo he visto. Quiero saber por qué se fue. Dime, ¿qué paso? —dije mirándola con curiosidad y tristeza en los ojos—. ¡Te ha dicho perra! Charlie no es así.

Me miró y las dos permanecimos en silencio durante un rato.

—Tu padre me ha visto con tu profesor de arte —comentó mirando el suelo.

— ¿Qué pasa con eso? No me digas que es un ataque de celos.

—Bella, entiende que yo salgo con él. Nos vio besándonos saliendo de un restaurante.

— ¡¿Con mi profesor de Arte?! —le grité—. Hay tantos tíos en el mundo, mucho más guapos y decides acostarte con él. — ¿Cómo pudo hacerle esto a Charlie?

—No hables así, Bella —me regañó, La ignoré y subí a mi habitación, no podía creerlo. Internamente me alegraba que los gemelos y Sam no estuvieran aquí, ellos apreciaban mucho a mamá y cuando se enteraran estarían muy decepcionados.

Esa noche no lloré.

Salí de mi recuerdo, Charlie me estaba mirando fijamente.

—Papá puedo hacerte una pregunta —dije mirándolo a sus ojos chocolates. Y ahora me daba cuenta de lo mucho que me parecía a él.

Papá era guapo, castaño, ojos chocolate, delgado, no tenia músculos pero estaba en forma. Renée siempre me había dicho que me parecía a él, al igual que los gemelos.

— ¿Qué pasa, Bella?

— ¿Cómo descubriste a mamá? —Me miró sin entender—. Me refiero a cómo supiste que salía con mi profesor de arte.

—La verdad no quiero hablar de esto.

—Por favor, papá, merezco saber que fue lo que en verdad pasó.

—Está bien… —Respiró profundo. Si que le estaba costando.

—Tu madre estaba muy distante últimamente conmigo, muchas veces le pregunté que le pasaba y no me respondía. Al principio no sospechaba nada, pero entonces empecé a fijarme de que se arreglaba mucho y salía todas las noches y al llegar no me saludaba e iba directo a la cama a dormir. —Me miró con cierta tristeza en los ojos—. Luego descubrí un retrato, estaba en su mesita de noche y firmado con un: "Con todo mi amor, porque eres mi musa y mi corazón" Phil. —Papá me miró, respiró profundo y continuó—. Un día te oí hablar y mencionaste a un Phil, con el tiempo descubrí que era tu profesor de arte y ahí no tuve la menor duda de que me estaba engañando con él. —Su voz se quebró—. Como sea, un miércoles estaba bebiendo debido a lo afligido que me tenía el tema con tu madre, ella iba a salir así que me despedí de ella y le dije que iba a trabajar hasta tarde; esperé escondido en el carro a la vuelta de la esquina, la vi salir con un vestido y montarse en un auto y en ese momento la vi besar a un hombre. —Las lágrimas empezaban a salir de sus ojos. Se me partía el corazón al verle así—. Decidí seguirlos, fueron a un restaurante lujoso, el Mentón. Se bajaron y yo me bajé del Toyota rápidamente para hacerles frente. Estaban fuera del restaurante tomados de la mano y dándose muestras de cariño. El mundo se me desvaneció en ese momento. Respiré profundo y me armé de valor. Le grité a tu mamá y le dije que nos íbamos a casa, la agarré del brazo y la encaminé hacia el Toyota; ella estaba sorprendida, me gritaba y se negaba, la obligué a montarse. Phil trató de calmarme, pero fue en vano, trató de sacar a tu madre del carro y yo le di un golpe y lo dejé tumbado en la cera. Me subí al auto y me dirigí a casa, entre gritos con tu madre. Al llegar a casa solo discutíamos, ella me decía que todo había sido mi culpa, que no la había sabido valorar y amar como era debido. Y que cuando conoció Phil sintió que ese vacío que sentía se iba llenando poco a poco, en ese momento llegaste tú, ya sabes el resto. —Terminó la historia, parecía como si hubiese corrido un maratón, se veía agotado y estaba segura que también se sentía así—. ¿Sabes una cosa? —Siguió contando—: Phil me dijo que todo había sido mi culpa, que la había dejado muy sola, me negaba por completo a aceptar eso en aquel momento, pero ahora me he dado cuenta de que es cierto.

Se me encogió el corazón al escuchar la historia de papá.

—Papá, lo siento mucho, no te hubiese pedido que me contaras si supiera que te dolía tanto.

—No importa Bella, tenías que saberlo. Vamos, quiero que conozcas mi departamento.

Llegamos al departamento de Charlie y era lindo, cómodo, olía a limpio y estaba ordenado, pensé que papá no limpiaba y tampoco era ordenado, entonces recordé a Kate. Esa era la razón.

Todo el apartamento estaba pintado de blanco pero había una pared verde oliva justo en el medio. Se veía muy bien el contraste de colores. El recibidor tenía 2 muebles de cuero blanco y había una mesa en medio con fotos de papá, mis hermanos y yo estaba en el centro.

Me dirigí a la cocina, era moderna, de color negro y con un tope de granito gris. La nevera, el microondas, todo era de último modelo, me sorprendía que Charlie supiera de productos domésticos.

Fui de nuevo a la sala y vi una puerta al fondo del pasillo, fui hacia allá, todo esto mientras Charlie estaba atrás de mi pisándome los talones. Entré a la habitación y había una cama matrimonial enorme, con sabanas color blanco y tenía muchas almohadas sobre ella. Había un closet de madera y un tocador a juego, también había un modesto cuarto de baño. Aquí debe dormir con Kate.

Salí y justo al lado se encontraba la sala. Había una biblioteca repleta de libros con un sillón viejo al lado. También había un piano de cola blanco.

Sentí a papa detrás de mí. Entró a la sala y se sentó en la banqueta del piano. Me llamó e indicó que me sentara a su lado. Obedecí a regañadientes.

Charlie empezó a tocar una melodía, la reconocí al instante, era Claro de luna, de Debussy. Papá sabía que esa melodía siempre me había gustado y relajado.

Escuché concentrada la melodía y por un momento todos mis problemas, todo por lo que pasé ayer había quedado olvidado y me sentí relajada.

Charlie terminó de tocar y me miró.

— ¿Te gustó, Bella?

—Sí papá, es muy hermosa

—Hablo de que… ¿te gustó el piano? —Me miró inquisitivamente.

—Ah, ya veo… —Aquí venía otra vez.

—Bella, ¿por qué no quieres aprender a tocar piano? Se te daría muy bien. Estoy seguro que aprenderías muy rápido, yo podría enseñ… —Siempre era lo mismo, lo interrumpí antes de que continuara.

— ¡Papá, basta! No quiero aprender a tocar piano, no me gusta, nunca me ha gustado —mentí terriblemente—. Así que ya deja de insistir —dije tranquilamente, no podía creer que lo estaba tomando tan bien.

Charlie abrió la boca pero después la cerró y suspiró

—Bueno, en todo caso, ¿cómo vas en la escuela? —En qué momento esto se convirtió en un interrogatorio.

—No muy bien, no se me dan muchas materias

—Sabes que lo mío es la música, pero si puedo ayudarte en algo aquí estoy —comentó y noté la sinceridad.

Sus palabras me resultaban tan conmovedoras que lo abracé.

—Gracias papá, a pesar de todo eres un buen padre.

—En un año vas a la universidad. ¿Qué piensas estudiar?

—No lo sé —confesé.

—Bella ya no eres una niña —me regañó—. Ya deberías pensar que quieres estudiar. Tu madre me ha contado que te escapas de clases para ir a un parque abandonado.

Mierda.

— ¿Cómo saben que voy ahí? —pregunté furiosa. Charlie no respondió—. Sabía que era algo raro que tú quisieras estar conmigo. —Lo miré fijamente—. La pasas mejor con los gemelos o hasta con Sam, pero nunca estás solo conmigo —espeté con gran dolor.

—Sabes muy bien que las cosas no son así, Bella. —Intentó decir con dulzura.

—Las cosas son como son. —Suspiré—. Ahora llévame a casa, por favor, estoy cansada. —Me levanté del piano y salí del salón. Abrí la puerta principal y bajé corriendo las escaleras a esperarlo en el estacionamiento.

Papá aparcó frente a la casa y agradecí haber llegado pronto. El viaje en auto había sido verdaderamente incómodo, no había hablado con él desde la pelea.

—Adiós, Bella —se despidió papá—. Pronto vendré de visita o te buscaré de nuevo para que hablemos. Te quiero mucho.

—Adiós —dije secamente. Bajé del auto y me dirigí hacia la casa.

Entré y mamá estaba sentada en el sillón de la sala.

—Hola, mamá — saludé. Después de la pelea con Charlie me olvidé de mi enojo con ella. Reparé en que tenía un whisky en la mano.

—Hola, Bellie. —Me miró—. ¿Cómo te ha id… —No alcanzó a completar su pregunta porque ya estaba subiendo las escaleras rápidamente hacia mi recámara. Hoy no tenía ganas de discutir con Renée.

Entré a mi habitación y vi a Sam con la portátil, reprimí el impulso de preguntarle que estaba haciendo, hablando con el imbécil de Mike por supuesto.

—Has vuelto pronto —me dijo.

—Ya es de noche, Samantha. —Sam puso los ojos en blanco por la mención de su nombre completo.

—Lo sé, Bella, pero es temprano —respondió con irritación—. ¿Cómo te ha ido con papá?

— No quiero hablar de eso. —La corté y se quedó callada. Apagué la luz de la habitación, subí a la litera y me recosté boca arriba. Sam no protestó, había entendido el mensaje.

Miré los stickers de estrellas que brillaban sobre el techo de mi habitación y pensé en todo lo que pasó hoy, las continúas peleas que había tenido con papá.

Me sentía como una persona que se encontraba en un túnel oscuro, la cual ve una luz al final, pero con cada día que pasa esa luz se va haciendo más pequeña. Las lágrimas no querían salir de mis ojos, creo que era porque ya había llorado lo suficiente en dos días y no tenía a nadie que me consolara, tampoco era que me importaba mucho.

Entonces cuando sentí que las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos, me dormí pensando en que solo estaba pasando por un mal momento de mi vida y que si lo superaba en un futuro, me iría mucho mejor.



Gracias por leer.

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Acerca del Autor

Nos dedicamos a brindar información a todos los fans de la Saga Crepúsculo. Desde entonces nos hemos encargado de cubrir premieres, eventos, actualizar día a día nueva información sobre el cast. Después de que terminó la épica Saga en Noviembre del 2012, seguimos los proyectos de cada actor como corresponde.
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