Cap 12: La Mejor Inversión de sus Vidas

Por DiarioTwilight   Publicado a las  3:43 p. m.   6 comentarios


Capítulo 12

POV Edward:

Miré el techo blanco que tenía encima de mí. La habitación se encontraba sumida en un silencio acogedor; podía escuchar los pájaros silbar por detrás de las ventanas, el aire acondicionado ventilar por la habitación, y la acompasada respiración de mi Bella, quien dormía plácidamente enseguida de mí, con sus hombros desnudos y el cuerpo tapado por la sábana.

La noche anterior, después una cena demasiado incómoda, fui hacia mi despacho y bebí una copa de vino; casi tiro mi copa cuando escucho que alguien está detrás de mí, y me sorprende el ver a Bella ahí. Empezamos a platicar como nunca lo hemos hecho y, como van las cosas, creo que nunca podremos seguir haciéndolo; cuando menos lo supe, aunque traté de frenar las cosas, la pasión pudo más conmigo y ya estaba casi desnudando a Isabella por las escaleras, olvidando que teníamos un niño de 14 años en la casa.

Scott. Realmente deseaba que ese niño se fuera ya de aquí, y no porque fuera mi decisión, sino que realmente temía lo que Carlisle haría. Y yo sabía de lo que él era capaz, y yo no quería que Bella sufriera considerándome un débil, aunque lo era también por no decirle la verdad.

¿Qué me cuesta decir que ella no es culpable de la muerte de Renée? ¿Que su madre tenía un amante, por eso la separación de sus padres aun en el matrimonio? ¿Que su madre estaba enferma? Sabía que no me correspondía decirle eso, pero sabía también que nadie más se lo diría.

Así que me alejaría de ella, costara lo que me costara. Sabía muy dentro de mí que sentía algo por Bella, algo grande, que jamás había sentido con nadie y que dudaba completamente poder sentirlo con otra persona, pero sabía también que yo no era correspondido, y que yo no estaba dentro del límite de ella. Bella necesitaba a alguien normal que la protegiera, y yo no era capaz de hacer eso, lo tenía muy claro.

Bella empezó a removerse en su lugar y yo la miré fijamente a la cara, observándola muy bien. Su rostro estaba tranquilo, como casi nunca podía estar durante el día. Sus labios estaban entreabiertos, respirando por ahí; abrió sus ojos lentamente, viendo hacia el frente, sus ojos iluminados por la poca luz solar que entraba de las ventanas. Ese par de chocolates que tenía por ojos, que me habían atrapado desde la primera vez que la vi...

*Flash back*

Había salido de mis clases de piano y me había subido al carro negro que me esperaba ya con el chofer. Era un 12 de septiembre de 1995 y me dirigía hacia el colegio de Elizabeth, mi hermana. Tenía 13 años apenas y estaba feliz porque iba en 7mo grado. Cuando nos detuvimos en la acera de la calle, esperando a que sonara el timbre de salida, me desesperé. Tenía que llegar a practicar fútbol con Jasper, y ya estaba retrasándome, así que molesto porque el timbre no sonaba, me bajé exasperado del auto. Caminé hacia la salida del colegio y justo cuando llegué el timbre sonó. Cientos de chicas salieron por ahí, ya que la escuela era solo para niñas, y me abrumé por no ver a Elizabeth.

La señorita de la puerta me conocía muy bien, así que me dejó entrar sin preguntarme nada. Recordé que los martes Elizabeth tenía como última hora Artes, así que me dirigí hacia el taller, y paré en seco cuando al entrar al salón, me topé con una niña de la misma edad que mi hermana, blanca como la leche, y con un largo cabello castaño oscuro que le llegaba hasta la cintura y caía en unas ondas muy definidas. Ella me miró, y sentí un tsunami dentro de mí.

Sus ojos, grandes y cafés como el chocolate, rodeados por una fina y gruesa capa de pestañas negras y onduladas, me miraban. Pude ver por su expresión que estaba llorando, así que me acerqué a ella con la necesidad de ayudarla. Extendí un brazo hacia ella y lo tomó indecisa y nerviosa. Le dije:

—Puedo llevarte con tu mamá si quieres —le ofrecí.

Ella se echó en llanto.

—No tengo mamá —me dijo sollozando.

Fruncí el ceño, un poco confundido.

— ¿Cómo te llamas? —le pregunté, como si eso fuera a ayudar en algo.

—Isabella Swan —dijo en voz baja.

—Bueno, Cisne Swan, yo soy Edward Cullen, y te llevaré a donde el chofer te esté esperando, ¿vale? —le ofrecí.

Ella soltó una risita y tomó mi mano con ganas mientras salíamos del taller.

— ¿Sabes? No entiendo por qué me dijiste Cisne, ya que yo no parezco uno —se defendió—. Pero tú sí pareces león por tu cabello. —Ella soltó una risita, y para mí, a los 13 años con los que contaba, me pareció el sonido más tierno del mundo.

*Fin del flash back*

—Buenos días —me saludó Bella, inclinándose un poquito para besarme. Yo no correspondí, solo dejé que ella siguiera con el beso.

—Buenos días —le dije cuando se separó.

— ¿Te encuentras bien? —me preguntó dulcemente. Joder, ¿en dónde quedó la Bella que no soportaba mi presencia? La extrañaba.

—Estoy bien —le contesté y me separé bruscamente de ella, encerrándome en el baño. Puse candado por las dos puertas, la que daba a mi habitación y la que salía a la habitación de Bella, ya que el baño se encontraba en medio de las dos; no quería que Bella entrara.

Abrí la llave caliente y tomé una ducha "tranquilizante", en la que nunca dejé de pensar en ella, pero eso ya no me causaba sorpresa: siempre pensaba en ella, en cualquier momento y lugar. A cada rato, todos los días.

Me fui directo a la empresa sin ni siquiera tomar el desayuno. No estaba de humor para escuchar las animadas pláticas entre Bella y Scott. Oh sí, ese niño había cambiado a mi Bella, esa hermosa mujer que solo sonreía conmigo a solas, y no a cualquier momento como lo hace ahora.

Soy egoísta. Lo sé, y lo acepto. Quería todo de ella, pero después, no quería nada. Tenía que decidirme: verme como un estúpido y débil marido enamorado, o verme como siempre, el fuerte cascarrabias al que todos están acostumbrados.

Yo elegía la segunda opción.

Como a mediodía llegó Jacob Black, ese estúpido al que no toleraba. Quería dar publicidad a su nuevo videojuego, y dado que SB Stock se dedicaba a eso, yo tendría que hacerme cargo en vez de mi esposa, Isabella.

—Marylou, dígale al señor Black que puede pasar —le aviso a mi secretaria.

Al minuto la puerta se abrió y dejó entrar a Jacob y Marylou.

— ¿Se les ofrece algo de tomar? —pregunta Marylou.

—Yo estoy bien —dice Jacob, de pie frente a mi escritorio.

Yo tomo mi taza de café y se la paso a mi secretaria.

—Más café, por favor —le pido.

Ella asiente y sale de la oficina.

—Buenos días, Jacob, siéntate —le señalo la silla y él asiente, obedeciéndome.

—Buenos días, Edward, ¿y tu dulce esposa, dónde está? ¿Planeando el tener un hijo ya? —pregunta sarcástico.

Ok, dio en el punto menos deseado. Llevaba ya casi cuatro meses de casado con ella y aún ni siquiera se había quitado el DIU, cosa extraña, ya que todas las familias de nuestra categoría ya están casi dando a luz, por decirlo de alguna forma. Pero este juego lo pueden jugar dos, ¿no?

—Sí, ya estamos en eso —le digo tranquilo, recalcando el 'estamos'—. Bella y yo ya fuimos a que la revisaran para saber si todo está bien.

— ¿Y lo está? —pregunta Jacob.

Suelto una risa agradable.

—Oh, por supuesto, sino no estaría contándotelo —le informo—. Ya sabes que aquí en nuestro medio todas las noticias viajan rápido, si algo hubiera salido mal ya se hubiera sabido, ¿no?

— ¿Y entonces qué es lo que pasa? ¿No han hecho la tarea o qué? Porque yo no veo que el vientre de Isabella esté abultado —él dice burlándose.

Yo solo sonrío y me acerco a él en tono confidencial.

—Jacob, créeme que hemos hecho la tarea todos los días, pero Bella está asustada. Le da miedo que algo le pase al bebé, pero también está emocionada por tenerlo en sus brazos.

—Mujeres. —Jacob resopla—. ¿Quién las entiende?

—Exacto —le doy la razón por primera vez—. Pero no viniste a hablar sobre mi vida marital, así que dime, ¿qué es lo que se te ofrece? —le pregunto en tono profesional.

—Quiero comerciales, quiero carteles, quiero T.O.D.O sobre mi nuevo videojuego —me dice.

La tarde se pasó muy rápida al lado de él, planeando todo sobre el comercial.
Llegaría tarde a casa, pero eso estaba bien porque solo llegaría a cenar y me dormiría, sin necesidad de ver a Bella y sentirme perdido.

Cuando llegué a casa era más tarde de lo previsto, ya nadie andaba rondando por ahí más que la servidumbre.

—Buenas noches, patrón —me saluda Annie—. ¿Va a cenar? —me pregunta.

— ¿En dónde están todos? —le pregunto parado aún en el umbral.

—Ya todos cenaron. La señora Isabella le estuvo llamando varias veces para saber si usted venía, pero nunca contestó. Ella está en su habitación, y el joven Scott está en la suya también.

—De acuerdo. Llévame la cena a mi cuarto —le pido.

Ella asiente y se retira.

Reviso mi celular, pero me doy cuenta que está apagado. Cuando lo prendo, veo que tengo 10 llamadas perdidas de Bella, cuatro mensajes y dos mensajes de voz, de ella.

Esta mujer es exasperante.

Subo con pasos lentos las escaleras hasta que llego a mi cuarto, y cuál es mi sorpresa cuando miro a Bella cepillándose su cabello, ahora color caoba, frente a mi espejo. Ella usa su albornoz negro.

— ¿Puedo saber qué haces aquí? —le pregunto furioso.

—Aquí duermo desde hoy —me dice.

—Discúlpame, pero este es mi cuarto, tú tienes el tuyo al otro lado —le digo.

—Pero somos esposos, Edward, y los esposos duermen juntos —dice ella como si estuviera hablando con un niño de cinco años.

—Estás loca, Bella —le digo en voz baja.

Tocan la puerta y la abro de un tirón. Es Annie, y lleva en una bandeja mi comida. Le abro más la puerta para que pase y deje la comida.

— ¿Comerás aquí? —me pregunta Bella.

—Sí —le digo con mi furia contenida.

—Edward, dejarás el cuarto apestoso.

—Dejaré mi cuarto apestoso, no me importa —le digo.

Annie se retira, y yo tomo mi plato de comida, mi copa de vino y los pongo en el buro enseguida de la cama. Me quito los zapatos y los aviento, prendo el televisor plasma que hay colgado en la pared, me recuesto en la cama y me dispongo a comer ahí mismo. Puedo notar la mirada enfurecida de Bella, pero la ignoro.

—Solo quería decirte que mañana salgo de viaje, y quería irme en paz contigo —murmura.

Freno mis movimientos de masticar la comida y muevo un poco la cabeza hacia ella.

— ¿A dónde? ¿Con quién? —le pregunto.

—Voy a México con Vanessa. Regreso en cuatro días —dice.

— ¿A México con Vanessa? ¿A qué? —le pregunto.

—Iré a resolver unas cosas de la empresa.

—Iré yo —le digo.

Ella se levanta enojada de la silla.

— ¡No! Edward, yo no quiero ser esa clase de mujeres que solo se la pasan en sus casas. SB Stock es más mía que tuya, así que arreglaré eso.

Y entonces, recordando mis planes, decido que es lo mejor.

—Ok, tienes razón. —Nos quedamos un momento callados, y cuando pienso que va a hablar la interrumpo—: Pero solo te recuerdo que tengas cuidado en quién fijas los ojos.

— ¿Disculpa? —pregunta ella desconcertada. Se pone delante de mí con una mano en su cadera.

Yo, sin quitar mi vista de ella, le contesto:

—Sabes a lo que me refiero. Conozco el tipo de mujer que es tu hermana. Ten cuidado.

— ¿Estás insinuando en que me fije con quien me acuesto? —pregunta incrédula. Yo asiento. Sus ojos se llenan de ira—. Entonces estás equivocado en la clase de mujer que soy yo —se defiende.

—Todas son iguales —le digo.

Ella frunce su ceño, pero no se mueve de ahí. Bajo mi vista para concentrarme en comer; cuando ya he terminado, me levanto de la cama, pongo el plato en la bandeja, tomo mi copa del buro y bebo.

— ¿Eso crees? —me pregunta en voz baja.

— ¿Sobre qué, que todas son iguales? —le pregunto. Antes de dejarla hablar le contesto—: Sí. Todas son iguales, así que te pido que tengas cuidado.

—Eres un estúpido. —Y antes de darme cuenta, ella toma mi copa de vino y me la arroja a la cara. Ella se da la vuelta, se quita el albornoz negro y se acuesta en la cama.

Me encierro en el baño para tomar una ducha antes de dormir, y cuando salgo veo que Bella aún sigue ahí. Ella está empeñada a hacérmela difícil. Decido cambiarme ahí en mi cuarto, así que saco solo unos pantalones de franela para dormir y me los pongo sin bóxer y sin camisa. Seco mi cabello con la toalla y cuando destapo las cobijas, Bella me avienta el peine.

—Péinate ese cabello, parece melena —murmura, volviendo su vista al libro.

Y no soporté más.

Me subí de rodillas a la cama y me estiré hasta donde estaba ella, cogí el libro con la mano y lo aventé a donde sea que haya caído. Bella me mira con los ojos abiertos, deslumbrando rabia por donde sea. La tomo de las muñecas y se las pongo encima de la cabeza, y la beso con una furia apasionada. Ella corresponde al beso y logra zafarse del apretón de manos en la que la tengo.

Bella gira mi cuerpo y queda encima de mí, restregándose por mi muy erecto miembro. Jadeo de placer y muerdo sus labios. Ella da un gritito y baja sus manos por mi pecho, acariciándome. Muevo mis manos por su cintura, delineando su hermoso contorno, entonces descubro muy bien cuál es la clase de ropa en la que suele dormir Isabella. Lleva un corsé negro de satén que delinea la forma de sus pechos, su cintura y sus caderas, y para terminar de rematar, la ropa interior que lleva es traslucida, no le tapa casi nada y por un momento me pongo... ¿celoso? Le doy una nalgada, para que sepa que me di cuenta de su ropa de "dormir". Giro mi cuerpo de nuevo y estoy encima de ella.

—No quiero que uses esa ropa de dormir en tu viaje a México —le reclamo.

Bajo por su mandíbula, mordiendo donde se me antoje; luego bajo por su cuello, dejando unas cuantas marcas ahí. Bella protesta dándome un leve manotazo, pero solo me rio y continúo, porque sé que a ella le gusta que la marque, una vez me lo dijo...

*Flash back*

Estábamos en el apartamento que le había regalado a ella por motivo de su cumpleaños número 22, sudorosos después de varias horas de estar acostados en la cama, no precisamente durmiendo. Pero ahora estábamos abrazados en la cama, desnudos.

— ¿Sabes? Los hombres me acosan demasiado —dijo ella.

Yo inmediatamente reaccioné, esperando escuchar nombres para entrar a mi lista negra, y cabe aclarar que nadie sale del todo sano de ahí.

— ¿Quiénes? —le pregunté conteniendo mi ira.

—No tiene caso que te diga, son varios, y no quiero que vayas a prisión por varios asesinatos. —Ella se rio. Eso me tranquilizó.

—Cisne, con todo el dinero que tengo me alcanza para comprar una cárcel para mí solito si quiero —le presumo.

Ella me da un manotazo juguetón en el hombro.

—Me gustaría que hubiera una manera de que ellos supieran que te pertenezco, ¿sabes?

—Bueno, yo creo que podemos arreglar eso. —Me subo encima de ella y la empiezo a besar, bajando y deteniéndome en el nacimiento de sus pechos para dejarle un pequeño chupetón—. Esto funcionará, supongo —le presumo.

Ella se ríe y sacude su cabeza.

—Eres increíble —dice ella, tomando entre sus manos los cabellos de mi nuca.

—Tú eres más increíble que yo y, ¿qué crees? —le pregunto.

— ¿Qué? —Me sigue el juego.

—Eres mía —le digo, sumergiéndome en ella...

*Fin del flash back*

— ¿Cómo crees que usaría esto para dormir? —me pregunta ella—. Es demasiado incómodo. —Me detengo y la miro, a lo que ella solo sonríe—. Es tan incómoda que espero que ya me la quites.

Giro a Bella por debajo de mí, y me siento a horcajadas de ella. Desanudo su corsé negro y tomo sus pechos aun cuando ella está de espalda. Empiezo a masajearlos y voy girando mi dedo índice y mi dedo pulgar sobre su pezón izquierdo. Ella gime y yo estoy que exploto de la excitación. Voy mordisqueando sus hombros, dando pequeñas chupadas a su cuello. Logro poner a Bella de rodillas, yo detrás de ella, y le bajo lentamente su tanga negra, rozando suavemente mis uñas por su piel.

Cuando su ropa interior está abajo, Bella estira los brazos hacia atrás, sin girarse, y me baja las pantalones. Pasa con experiencia su mano por mi miembro duro de excitación, moviéndola por toda la longitud de este. Ella sabe cómo prenderme más.

La tomo de las caderas para levantarla un poco, dado que ella es mucho más baja de estatura que yo, lo que es un poco complicado penetrarla en esta posición. Ella se afirma al cabecero de la cama, inclinándose más y dándome una muy buena vista de lo que tengo enfrente. Llevo mi mano y cubro toda su intimidad, y de un de repente meto un dedo dentro de ella. Ella grita, aunque más bien es un jadeo; meto otro dedo y empiezo a moverlos dentro de ella con mi pulgar ahora dando círculos por su clítoris.

—Eddwardd —alcanza a decir ella, antes de que un gemido de placer se le escape—. Quiero más —pide.

Muevo mis dedos un poco más deprisa.

— ¿Así? —le pregunto.

—No. Digo sí. ¡Digo, no! —se corrige—. Quiero el león que tienes como amigo dentro de mí, por favor.

—Lo que usted diga, señora Cullen —le digo.

Saco mis dedos de ella y poso mis manos sobre sus caderas para penetrarla.

Al principio ella grita por la sorpresa, pero después empieza a pedir que vaya más rápido. Y como dije, yo haré todo lo que la señora Cullen pida; me muevo más deprisa dentro de ella.

—Un poco máss... ya casi llego —me avisa Bella. Y obvio que yo lo sé, porque siento sus paredes contraerse, así que detengo mis movimientos y empiezo lento de nuevo—. ¡Edward! —se queja ella.

Salgo de ella y me acerco a su oído.

—Quiero que tú me montes ahora, mi reina —le susurro.

Me tumbo de espalda en la cama y ella se sube encima de mí, aunque no se penetra ella sola. Se acerca a mi cara y dice:

—Quiero hacerte llegar primero —me dice.

Baja lentamente, torturándome, y después lo único que siento es la lengua de Bella pasarse por la pura punta.

Miro que ella traga mi miembro y al momento de sacarlo va raspándolo suavemente con los dientes. Unos cuantos movimientos más y me vengo en su boca, aunque se lo advertí antes.

Y ahora es mi turno de nuevo. Ella se tumba en la cama con las piernas flexionadas, yo entre ellas. Bella tiene sus manos jalándome el cabello, mientras mi lengua también la está haciendo llegar.

Al final, ella se monta de nuevo en mí y empieza esa carrera en la que ella está dirigiendo. Miro como las capas de su cabello cubren sus hombros, pero sus pechos aún están a mi vista, viendo como rebotan con cada movimiento que da. Al final, ella colapsa primero, arrasando conmigo también.

Cuando nuestras respiraciones de normalizan, ella me abraza, y yo muevo las cobijas para taparnos. Apago las luces de la lámpara.

—Fue una buena despedida. Dos orgasmos tendrán que darme abasto por cuatro días sin ti —dice, antes de quedarnos profundamente dormidos.

Cuando despierto, me doy cuenta que Bella se ha ido ya. Dejó una nota al lado, en el buro, diciéndome que volvería en cuatro días, y que me llamaría todos los días para saber cómo estaba. Sonreí, porque involuntariamente, Bella se preocupaba tantito por mí.

Decidí levantarme y tomar mi ducha como siempre. Bajé al comedor y noté que Scott ya se encontraba ahí, como siempre.

—Hey —lo saludé. Le palmeé el hombro y me senté en mi silla.

—Buenos días, señor Cullen —contestó.

—Edward, Scott, soy Edward —le repito. Scott se sonroja—. Es una lástima que Isabella haya salido de viaje, ¿eh? —le comento.

Él asiente.

—Con ella era la persona con la que más convivía —confiesa Scott.

—Lo sé, por eso te tengo una invitación muy importante —le anuncio.

Los ojos del niño brillan de emoción. Angela llega con mi desayuno y se retira. Empiezo a picotear mi comida.

— ¿Qué es? —me pregunta finalmente.

— ¿Quieres conocer mi empresa?

— ¡Oh, sí, claro! —él chilla de emoción, aunque se contiene—. La señora Isabella siempre habla de lo orgullosa que está de usted, por hacer crecer esa empresa tan alto —me explica.

Y yo sonrío como estúpido al saber que Bella está orgullosa de mí.

—Okay, entonces ve a bañarte y cambiarte para ir. Yo te esperaré aquí —le digo.

El niño se retira corriendo por las escaleras, y a una gran distancia, oigo cuando cierra la puerta.

Termino de desayunar y voy a la sala a leer el periódico, pero soy una persona muy impaciente y subo a buscar a Scott. Toco la puerta de su habitación y el me abre, con su pecho desnudo.

—Oye, niño, cada minuto que llego tarde afecta a toda la empresa —le regaño.

Él agacha su mirada, apenado.

—Es que no encuentro nada apropiado que usar —se excusa.

Lo hago a un lado y busco en su ropero. Encuentro una camisa gris de rayas y se la paso. Le digo que se ponga unos pantalones caquis, y está listo. Scott tiene el cabello igual que yo, no se puede ordenar nunca, así que me rindo y lo dejamos así.

Esta vez decido ir en mi auto con Scott, y Taylor detrás de nosotros siguiéndonos.

— ¿Y qué es lo que me enseñarás? —pregunta Scott cuando vamos entrando al estacionamiento.

—Cualquier cosa que quieras, pero necesito primero ir a mi oficina —le digo.

Scott asiente.

—De acuerdo.

La mañana se pasa muy rápido dándole el tour a Scott, explicándole todas y cada una de las secciones. Cuando regresamos a mi oficina, me preparo para decirle mis planes.

— ¿Te gusta el apellido Cullen? —le pregunto, tanteando el terreno.

—Podría decir que es único, pero supongo que otras personas también lo tienen. Pero es original —confiesa el niño.

— ¿Te gusta Scott Cullen? —le pregunto de nuevo.

El niño abre sus ojos, y se levanta de la silla, para volverse a sentar en ella.

— ¿Me adoptará? —pregunta en voz baja. Yo asiento lentamente, y él sonríe—. ¿Puedo darle un abrazo? —me pregunta feliz.

Yo me rio y me pongo de pie, extendiendo mis brazos a él. Scott me abraza fuerte, tanto como sus manos se lo permiten y yo me pongo a observar su cabello. Su color natural era como el caramelo, y me recordaba a mi madre; sus ojos eran muy azules, parecían canicas. Si todo el mundo no me conociera, Scott podría pasar por mi hijo fácilmente.

—Pero tengo condiciones, Scott —le digo cuando nos soltamos.

Él me mira, y después de un momento, frunce sus cejas.

— ¿Qué tipo de condiciones? —pregunta. Camina de vuelta hacia la silla enfrente del escritorio, y se sienta.

—Sabes que nadie puede saber que te adoptamos —digo. Él asiente apenado, y cuando quiere hablar, lo interrumpo—: Pero eso no impide nada, porque yo quiero que seas mi hijo legalmente. Es... un deseo del corazón, y sabes que eso haría muy feliz a Bella —le explico—. Pero estoy presionado a que te salgas de la casa. Carlisle Cullen, mi padre, ya me amenazó con que llamará a Protección infantil si sigues en mi casa. Desapareciste del registro estudiantil hace años, y la gente pensará que yo te compré o que te secuestré, que sé yo; yo no podría soportar ver a Isabella destrozada si te llevaran a una casa hogar, por eso no puedes seguir aquí —digo finalmente.

—Entonces, ¿no me adoptará? —me pregunta triste.

Ruedo los ojos.

—Sí, Scott, sí te adoptaré, pero será un secreto entre tú y yo, hasta que las cosas se calmen. Por cierto, irás a estudiar fuera de aquí —le informo.

Él abre sus ojos y su boca, incrédulo.

— ¿Estudiar?

—Scott, serás mi hijo legalmente, esto... —Señalo las paredes de la empresa—, algún día será tuyo, necesito que estés preparado para eso. Te mandaré a un internado a Irlanda, hasta que seas mayor, y ahí estudiarás. Después vendrás a Seattle a hacer la universidad —le explico.

— ¿La señora Cullen sabe de esto? —inquiere.

—No —le contesto después de varios segundos. Él asiente lentamente—. Scott, no hay otra forma de hacerlo si quieres pertenecer con nosotros.

— ¿Y cuando regrese qué? —Se exalta—. Las cosas seguirán iguales porque nadie querrá ni aceptará que usted me adoptó, porque usted puede pasar como hasta por mi hermano mayor, son solo 16 años de diferencia —dice él.

—Cuando tú regreses y seas mayor de edad, el gobierno ya no te estará buscando por tu verdadero nombre —le digo.

—Scott Adams —dice él.

—Ya no te buscarán así, porque tú serás Scott Cullen, un chico que legalmente es mi hijo y que estará estudiando la universidad para poder heredar los negocios familiares —digo—. La vida está llena de sacrificios, Scott, pero si no te arriesgas nunca sabrás si fue bueno o malo. Te lo digo por experiencia —confieso.

Los ojos de Scott se ponen llorosos, pero aun así asiente.

—Son solo cuatro años —dice él, para darse fuerzas.

—Cuatro años que no se desperdiciarán, Scott —le recuerdo—. Irás a un internado prestigioso, el St. Columba's College. Es de los mejores, Scott. Puedes hacer de todo, hay miles de talleres, y aprenderás muchos idiomas. Conocerás personas de bien.

—No soy bueno haciendo amigos —confiesa Scott—. Bueno, sí sé hacerlos, pero no que hablen otro idioma.

—Hay muchas personas ahí que hablan el inglés. Conocerás a chicas muy lindas con las que podrás salir. Te dejaré una tarjeta de crédito a tu nombre para que gastes en lo que quieras —le digo.

Él alza sus cejas sorprendido. Es más de lo que él esperaba.

—De acuerdo, solo si promete de verdad que regresaré en cuatro años —pide él.

Tomo un folder que tengo en un cajón, lo abro y le enseño el contrato. Él lo toma y empieza a leer.

—Si quieres agregar algo solo dilo.

—No, está bien —me dice.

Tomo mi teléfono y marco a Suzanne Burke —la trabajadora social que me hará el favor de apresurar este movimiento, por así decirlo—, para que venga y prepare el papeleo.

El trámite de adopción se hace rápido, más de lo que yo esperaba. Scott ya era mi hijo y de Isabella también.

Cuando llegamos a casa, le pido a Scott que no le diga nada a Bella, yo arreglaré eso. Justo cuando estábamos en esa plática, Angela llega con el teléfono, con una llamada para mí.

—Hola, guapo —me saluda muy entusiasta.

—Hey, hola, ¿cómo te fue? —le pregunto.

—Muy bien, ya hablé con los socios y tratarán de resolver el problema, aunque aún hay cosas pendientes —me dice—. ¿Qué ha pasado por allá? ¿Alguna noticia que me quieras dar?

En ese mismo momento juro que pensé que Bella sabía lo de la adopción, pero después comprendí que ella se refería a lo general. Miro a Scott quien sonríe tímidamente y me dice:

—Dígale a la señora Cullen que le mando saludos, Edward —dice.

Sube las escaleras un poco rápido. Tapo la bocina del teléfono y le hablo a Scott.

—Scott, ¿todo bien? —le pregunto.

Él voltea sonriendo amablemente, nada malicioso pasa por su mente.

—Sí, ¿por qué no habría de estarlo? Iré a cambiarme para cenar —dice.

Asiento con la cabeza. Tomo el teléfono de nuevo, preparado para responder.

—Todo está bien, Bella. Scott te manda saludos. No hay nada nuevo que contar, preciosa —le digo, avergonzado por mis palabras.



Hola, después de varios días les traigo por fin la actualización. Espero que les haya gustado el capítulo & me disculpen por mi muy mal lemmon :c Recuerden que sólo tengo 14 años & mi alma es pura xD Lo único que se sobre eso me lo ha enseñado el Señor Grey, así que los creditos hacia él ; )

Ya por subí el primer capítulo de Eternidad, & parece que les está gustando. Me alegro de verdad. Les aviso que ese fic solo lo actualizaré dos o tres veces a la semana, no quiero que se vuelvan adictas a él :$

Les mando muchos besos de lenguita & abrazos con manitas por aquí y por allá (-8

Lullaby SH -la chica que aún no supera el haberse cortado el cabello u.u-


Acerca del Autor

Nos dedicamos a brindar información a todos los fans de la Saga Crepúsculo. Desde entonces nos hemos encargado de cubrir premieres, eventos, actualizar día a día nueva información sobre el cast. Después de que terminó la épica Saga en Noviembre del 2012, seguimos los proyectos de cada actor como corresponde.
Lee más en: Conócenos

6 comentarios:

  1. Anónimo4/23/2013

    YO TENGO 15 Y EL AMO GREY TAMBIEN PROVOCO QUE ESCRIBIERA ASI. BUENO ES UN GUSTO TENER NOTICIAS TUYAS, BESOS DESDE ARGENTINA. ASCTUALIZA PRONTO BESOS

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  2. Anónimo4/23/2013

    DONDE PUEDO LEER ETERNIDAD?????????????

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  3. jajaj tranquila eso se pega yo me leei los libros de 50 sombras a los 14 a escondida y no voy a mntir me facino me gusta que allas puesto algo parecido

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  4. Anónimo4/29/2013

    es algo completamente adictivo, pero bue lastima que no siga la trilogia, y si tambien tuve que leerlos a escondidas

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  5. Anónimo4/29/2013

    CUANDO VUELVES A PUBLICAR???????????????????

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  6. Anónimo4/30/2013

    actualiza!! :D

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