Cap 9: La Mejor Inversion de Sus Vidas

Por Diana Méndez   Publicado a las  8:09 p. m.   0 comentarios


Gracias a Yanina Barboza (Betas FFAD) [www facebook com / groups / betasffaddiction /] , por hacerme el gran favor de corregir este capítulo. Sin ti este fic no sería nada. :)
Capítulo 9

—$7.500 —desafía el hombre.

—$10.000 —ofrece Edward.

La gente lo voltea a ver. Es demasiado dinero para un vestido.

—$12.500 —contesta el otro hombre.

Alice abre su boca sorprendida.

— ¿Alguien da más? —pregunta.

Bella mira fijamente a Edward y niega lentamente a Edward.

—$25.000 —dice Edward con voz fuerte.

Se escuchan varios 'oh' por la audiencia, y el otro tipo moreno, niega con la cabeza, rechazando seguir con ese juego.

—Bien. 25.000 a la una, 25.000 a las dos... ¡Vendido a Edward Cullen! —grita Alice.

La gente aplaude fuertemente. Isabella se da media vuelta y sale de ahí un poco molesta.

Edward se dirige a los camerinos en busca de Isabella, pero el abogado lo detiene.

—Señor Cullen, ¿comprará su vestido por tarjeta de crédito o hará un cheque? —le pregunta.

Edward resopla.

—Cheque. —Saca su billetera de su saco y el abogado le presta una pluma. Llena el cheque correctamente por los $25.000 y lo firma. Se lo entrega al abogado.

—Muchas gracias. Ahorita mismo le digo a la modelo que entregue el vestido.

—La modelo es mi esposa. Quiero que se quede con él puesto —le detiene Edward.

El abogado abre su boca sorprendido, pero aun así asiente. Sin ninguna palabra más, Edward se dirige de nuevo a los camerinos, donde ve a Isabella platicar con otras mujeres. Todas se quedan calladas al verlo llegar, pero Edward ignora eso.

— ¿Nerviosa aún? —le pregunta a Isabella.

Ella asiente.

—Algo. Deja ir a cambiarme —le avisa.

Edward la detiene antes de que se vaya.

—Quédate con el vestido, por eso lo compré, para que lo uses.

—De acuerdo. Adiós —se despide de la tipa con la que platicaba.

Ya afuera, en una mesa retirada de todo el escándalo de la pasarela, Isabella enfrenta a Edward.

— ¿Puedo saber por qué coños gastaste tanto dinero en un puto vestido? ¡No es de oro, Edward! —le reclama.

—Lo compré porque puedo hacerlo, Bella —le contesta simplemente.

— ¿Eso es lo único que me dirás? —pregunta con voz contenida.

—Te estoy diciendo la verdad. Ese vestido se te ve muy bien, no puedo esperar para quitártelo. —Se acerca sensualmente hacia ella y la abraza.

—Sé que eso es mentira, Edward. Lo compraste porque ese tipo te estaba retando. ¿Quién es él?

—No tengo idea, Bella —miente Edward. Deja un beso en su cuello antes de separarse de ella, pero Bella lo toma de las manos, obligándolo a no irse.

—Dime, Edward —pide Bella con voz suave.

Edward resopla.

—Su nombre es Jacob Black —contesta secamente.

— ¿De Black Games? —pregunta Isabella sorprendida. Black Games era una de las empresas más reconocidas en América. Fueron los primeros en fabricar los videos juegos, por eso eran conocidos.

—El mismo —responde Edward.

—Te cae mal, ¿verdad?

—Lo odio —dice Edward.

— ¿Por qué? —pregunta Bella.

—Porque sí. Es un estúpido sin cerebro que solo piensa en él.

Isabella sonríe ladinamente.

— ¿Y usted no, señor Cullen?

—No, no solamente pienso en mí. Pienso en mi familia, en mis amigos, en mis empleados, en las personas que beneficia lo que hago. Y pienso en ti, Isabella, todo el día y toda la noche —le dice con una sonrisa sincera.

Isabella lo besa tiernamente, le nació hacer eso.

—De acuerdo, Edward. Respetaré tu opinión hacia el señor Black, pero aun así debiste de haberte retirado para no dar tanto dinero.

—No me conoces tan bien como presumes, Cisne. Obvio jamás me dejo perder —contesta Edward.

Isabella rueda los ojos.

—Muchas gracias por tu aporte de $25.000, Edward —le dice Alice con un guiño, que Edward corresponde con una risa.

—No hay de que, no te preocupes —le contesta Edward.

—Bella, te veías muy hermosa en la pasarela. Debiste de ser modelo en tu otra vida —bromea Jasper.

Isabella se sonroja y todos se ríen. Edward y Bella ya se estaban despidiendo de los Whitlock, ya eran casi las dos de la mañana.

—Por supuesto que no —contesta Bella.

—Bella, ¿no conoces a mi primo, verdad? —le pregunta Alice.

Edward la volteó a ver casi matándola con la mirada.

—Supongo que no. —Pero antes de que Bella dijera eso, Alice casi la arrastró a la barra.

—Claro que sabes quién es mi primo —le dijo Alice. Se escabulleron entre la gente.

— ¿Ah sí?

—Sí, es el tipo que andaba casi peleándose por tu vestido —apunta Alice.

Isabella resopla.

— ¿Sabes? Creo que sería mejor que me regrese, a Edward no le cae bien el tipo.

—Son sus enemigos, no los tuyos —le responde Alice, viéndola fijamente.

—Si son sus enemigos, también son míos —contesta Isabella, da media vuelta, y frena rápidamente. Enfrente de ella hay un tipo alto, no tanto como Edward, pero más que ella sí; moreno, ojos negros, y cabello del mismo color.

—Pero miren a quién tenemos aquí —dice el hombre. Isabella traga suavemente—. Isabella Swan.

—Isabella Cullen —remarca la mujer.

Él se ríe.

—Pensé que no te gustaba ese apellido.

— ¿Por qué no debería? —le reta Isabella—. Es el apellido de mi esposo. Por supuesto que me gusta.

—Adiós —dice Alice rápidamente.

Isabella la mira, pero es tarde, ella ya desapareció de su vista.

—Un gusto conocerte, primo de Alice, pero mi marido me espera. Buenas noches —le corta Isabella. Da la vuelta, pero él la toma del brazo. Ella se separa bruscamente.

—Tienes el mismo carácter que tu esposo. Qué tortura. —Hace una mueca desagradable—. Soy Jacob Black.

—Lo sé —contesta Bella.

—Es una lástima que tu marido haya comprado el vestido que yo quería.

—Puedes comprar otro.

—No. A mí me gusta ese.

—Mira, no quiero ser grosera, pero es mejor que me vaya —anuncia Bella.

— ¿Por qué? —pregunta Jacob con una sonrisa socarrona.

—Porque sí. Quiero evitar un problema entre mi marido y tú. Eso es lo mejor, así que adiós. —Da la vuelta rápidamente y sin fijarse, choca con alguien.

—Hey. —La detiene Edward de la cintura. Bella lo mira y sonríe. Lo abraza fuertemente y aspira su aroma—. ¿Qué pasa? ¿Qué te hizo ese idiota?

—No me hizo nada, pero me incomoda. ¿Podemos irnos ya?

—Claro, solo hay que despedirnos de mis padres —le dice Edward.

Llegan a la mesa de los Cullen, y Carlisle se pone de pie. Le siguen todos los demás. Isabella le da un abrazo fuerte a Elizabeth.

—Sao me dijo que te veías hermosa en la pasarela, Bella —le dijo.

Bella sonrió.

—Gracias. Hola, Saoirse. Gracias por decir mentiras a mis espaldas —le bromea.

Saoirse se ríe y la abraza.

—Hola, mi niña —le dice Esme.

Bella la saluda también.

—Buenas noches, Isabella —saluda Carlisle.

Isabella sonríe y le da un abrazo.

— ¿Se irán tan temprano? —pregunta Saoirse.

—Bueno, hermanita, yo estoy despierto desde las 7:00 a.m., muero de sueño ya —le contesta Edward.

—De acuerdo. Que pasen bonita noche. Isabella, recuérdale a Edward, por favor, que también tiene una mamá que lo quiere ver. —Esme le guiña un ojo a Isabella y esta le sonríe en respuesta.

—No se preocupe, Esme, yo me encargo de que él la visite —le responde.

Taylor maneja por las calles oscuras, pero no tan desiertas, de Seattle. Van sumidos en un silencio incómodo, que expresa los enojos que cada uno siente.

—Si pudiste donar 25.000 dólares para una fundación, ¿por qué no quieres adoptar a Scott? —pregunta Isabella, viendo hacia la ventana.

Edward resopla enojado.

—Te he dicho hasta el cansancio que no adoptaremos a ese mugroso —gruñe Edward.

Isabella lo aniquila con la mirada.

— ¡Él no es ningún mugroso! —le reta Bella.

— ¿Ah no? —Edward alza una ceja incrédulo, y se ríe. Bella voltea su vista enfurruñada hacia la ventana. Edward suspira y se acerca más a su esposa. La toma de la mano, pero ella no voltea su vista—. Cisne, no te enojes —le pide Edward—. Solo compréndeme, por favor.

— ¿Comprender, qué? —pregunta Bella.

—El que no podemos adoptarlo. Todos esperan que nuestros hijos sean nuestra creación, no la de otra persona. No sabes nada de ese niño y lo tienes viviendo en nuestra casa —dice Edward con voz baja.

El carro se estaciona en la pura entrada, e Isabella se baja cerrando de un portazo.

Edward se dirige directo a su habitación para darse una ducha antes de dormir. Se da cuenta, ya que el baño está conectado con la habitación de su esposa, que ella no se encuentra ahí.

Isabella asoma su cabeza por la habitación que le había asignado a Scott. Él está despierto aún.

—No me acostumbro a dormir aquí, señora Cullen —dice el niño.

Ella entra y se sienta en la cama.

— ¿En dónde vives, Scott? —pregunta Isabella amablemente.

—En una vecindad. —Se sonroja.

— ¿Con quién? —insiste.

—Con todos mis amigos.

— ¿No estudias?

—No puedo estudiar, señora Cullen. Si estudio no puedo trabajar, y si no trabajo, no como —dice Scott de manera simple.

— ¿No vives con ningún familiar, Scott?

—No.

— ¿Qué pasó con ellos?

—Mi mamá murió cuando tenía 6 años —murmura Scott.

El rostro de Isabella palidece.

—Lo siento. ¿Qué edad tienes tú?

—14 años. Señora Cullen, ¿usted sabe tocar el piano? —pregunta Scott.

—Sí. —Isabella asiente—. ¿Por qué? ¿Quieres que te toque algo?

—Mi mamá también tocaba el piano. Ella antes de irse siempre tocaba I miss you —relata.

— ¿A dónde se iba?

—A trabajar. Trabajaba en las noches. ¿Usted podría tocar esa canción para mí? Tengo años que no la escucho. ¿Se la sabe?

—Sí, por supuesto que sí. Esa es la canción favorita de mi hermana. A ella le encanta Avril Lavigne —murmura Isabella.

El niño sonríe.

Scott e Isabella bajan hasta el salón y ella se sienta en el banco del piano. Scott se sienta a su lado.

Isabella pone sus manos en las teclas y empieza a tocar la suave canción.

Edward, desde su cuarto, escucha las teclas sonar y sale de su cuarto rápidamente.

Baja las escaleras silenciosamente y llega hasta el salón. Se detiene en la puerta y observa a su esposa tocar esa triste canción. Edward nunca había escuchado a Bella tocar, y tampoco había escuchado esa canción, pero al parecer, era deprimente.

Isabella cierra sus ojos y se deja llevar por la melodía, por toda la tristeza que siente al tocarla. Scott se encuentra a su lado, con lágrimas en sus ojos, escuchando lo bien que toca Isabella.

Bella no puede más y se quiebra al finalizar la canción. Las lágrimas caen a borbotones por sus mejillas, y Edward se asusta. Quiere ir a abrazarla y protegerla del dolor que ella siente, pero no puede. Él no puede hacer eso.

Bella cubre sus ojos con sus manos y llora aún más, hipando. Scott la abraza lentamente, e Isabella se deja caer a sus brazos.

—Yo tenía 8 años cuando mi mamá murió —murmura Isabella—. Comprendo lo que sientes, Scott; ese miedo que uno siente, el sentirse desprotegido porque la persona que más amas en esta vida, un amor verdadero, se fue, dejándote solo en este mundo desde tan pequeño. Mi mamá me prometió que estaría siempre conmigo, Scott, y... y no lo cumplió —rezonga Isabella—. La vida es injusta. Cuando más quieres a alguien, Dios te lo quita.

—Mi mamá decía que cuando alguien muere era porque Dios los necesita allá en el cielo —comenta Scott.

—Yo la necesito más que cualquier otra persona —responde Bella. Se endereza en su lugar y recorre las teclas del piano—. Tengo miedo, Scott —confiesa.

Edward se pone atento.

— ¿Miedo de qué?

—Miedo de todos y todo —dice simplemente—. Tengo miedo al amor, al odio, a la felicidad, a la tristeza, al éxito, al fracaso, a la vida, a la muerte. A todo. Mi mamá murió en mis brazos. Yo dormí con ella porque había tenido una pesadilla. Ella me prometió que estaría siempre conmigo, y no lo cumplió, al igual que yo no cumplí lo que le prometí.

— ¿Y qué prometió usted? —inquiere Scott.

—Prometí que sería feliz.

—Pero usted lo tiene todo, ¿por qué no sería feliz?

—No sé. Me falta algo.

— ¿Amor? —ofrece Scott.

Isabella se encoge de hombros.

—No creo. Para recibir amor, también tienes que darlo, y yo no quiero eso.

— ¿Por qué?

— ¡Porque la gente nunca cumple sus promesas! Renée me dijo que viviría siempre feliz y que me casaría con un príncipe azul, que sería la mejor bailarina de ballet del mundo. Eso no es cierto. No soy feliz, no me casé con un príncipe, y ya ni siquiera practico ballet —dice Isabella.

— ¿Usted bailaba? —pregunta el niño.

Isabella sonríe, recordando.

—Era la mejor de la clase, Scottie. Amaba bailar. Mi sueño era recorrer todo el mundo y enamorar a todos bailando.

— ¿Y por qué dejó de hacerlo?

—Porque mi padre no quiso. Sabes, Scott, no hay peor cosa que tu padre te culpe por la muerte de tu madre —confiesa Isabella.

— ¿Su papá la culpó? ¿Por qué?

—No sé. Cuando yo desperté me di cuenta que mi mamá estaba helada y bajé corriendo a buscar a mi papá, que apenas había llegado y estaba ebrio. Cuando revisó a mi mamá, me dijo que estaba muerta, y que yo tenía la culpa. Años después me dijo que no creyera esas palabras, pero era tarde, el daño estaba hecho —dice Bella.

Edward respira dificultosamente y frunce el ceño. El dolor de Bella es mucho más fuerte que el de él, pero diferente. Ella tiene culpa y miedo, él solo tiene la primera.

—Disculpe la pregunta, señora Cullen, pero, ¿de qué falleció su mamá? —pregunta Scott.

Isabella traga el nudo de su garganta y niega con su cabeza.

—Nunca lo he sabido, Scott. Ella era muy fuerte y era joven, no sé de qué falleció. Cuando esa noche llegué a su cuarto, ella estaba llorando. Siempre me he preguntado por qué lloraba ella.

— ¿Y en dónde estaba su papá? —murmura Scott.

Isabella lo mira y frunce el ceño.

—Tienes razón. Mi papá no estaba con ella, y al día siguiente apareció borracho —dice ella con asco.

—A lo mejor su papá discutió con su mamá, y por eso él se fue, y ella estaba llorando. —Scott arma una escena en la mente de Isabella.

—Sí, puede ser. No sé. La vida de mi madre siempre será un misterio. Nunca conocí a su familia, ni siquiera en el entierro. No sé de dónde provenía ella —admite Isabella.

— ¿Y no le da curiosidad? —pregunta Scott.

—Sí, mucha. Pero olvidémonos de mí, cuéntame de tu mamá —pide Isabella.

—Mi mamá trabajaba como enfermera de un señor. Todas las noches antes de irse a trabajar ella me tocaba esa canción. Mi tía vivía al lado de mi casa, mi tía Sandra. Ella era mala conmigo a veces, pero cuando mamá murió ella me cuidó.

Mi papá dejó a mi mamá cuando supo que estaba embarazada. Mi tía me contó que mi padre le había dicho a mi mamá que iría a buscar trabajo, pero nunca volvió. Él se fue, dejando a mi mamá embarazada. Como pudo, mi mamá me sacó adelante. Teníamos una bonita casa y siempre me consentía en lo que sea.

Un día, cuando fui a la escuela, mi mamá me dijo que me cuidara mucho y que me amaba con todo su corazón. Ella me dio un beso enfrente de mis compañeros y recuerdo que me dio mucha vergüenza eso, y me molesté con ella. Le dije que no era un bebé y que sabía cuidarme solo, que no necesitaba de ella y sus besos. Me fui enojado a mi salón y dejé a mi mamá llorar. —Scott limpia su nariz con el dorso de su mano y sigue con su relato—: Cuando salí de la escuela un poco arrepentido, no encontré a mi mamá ahí. Se hizo muy tarde y la escuela tuvo que llamar a mi tía. Ella fue de mala gana y ni siquiera entró conmigo a la casa cuando me dejó. Todo estaba a oscuras y cuando entré a mi cuarto, ella estaba ahí, toda golpeada, desnuda, y acuchillada. Ella estaba muerta en mi cama —dice Scott llorando.

Isabella llora con él.

—Eso debió ser muy duro para ti —murmura Isabella.

El niño asiente.

—Creo que mi mamá presentía que iba a morir, y yo la desprecié. No hay día que no llore por eso, y quisiera regresar el tiempo, pero es imposible. Quisiera decirle que la amo y que me perdone por la forma tan estúpida que me porté ese día con ella. Me daba vergüenza que mis compañeros vieran a mi mamá. Todos tenían una familia, y yo no. Crecí odiando eso.

Mi tía se quedó conmigo, pero ella fumaba demasiado y murió a los dos años. El gobierno quiso llevarme a una casa hogar, pero yo ya no quería otra familia, así que hui. En cuanto llegué a Seattle conocí a Samantha, mi mejor amiga. Su padre murió y su mamá se prostituye, así que se fue de su casa. Ella me llevó a la vecindad y me protegió de todos, ya que no me querían. Desde ahí he empezado a trabajar, desde los 8 años —termina de relatar Scott.

—A veces me pregunto por qué Dios hace morir a las personas buenas. Hay tanta gente por ahí matando, asaltando, violando, secuestrando, haciendo corrupciones, robando, y parece que Dios les da más vida. Y las personas que son buenas con todo el mundo, les quita la vida. ¿Por qué? —se cuestiona Isabella.

—No tengo idea, señora Cullen, pero es injusto.

Isabella asiente.

Edward sale de la habitación sintiéndose todo un intruso. Ahora comprende el dolor de Isabella, y se asegura a sí mismo que tiene que cuidarla y amarla, pero no puede.

Él piensa que si descubre quién realmente era Renée Swan, Bella puede ser más feliz. ¿Por qué su madre lloraba? ¿Por qué Charlie no estaba con ella?, se cuestiona Edward.

Él lo descubriría.




¡Ya! No me matarán : ) Este capítulo estuvo raro, por decirlo de alguna manera. Si ustedes piensan, o se quieren hacer a la idea de que Edward es buena persona, pues yo no estaría tan segura de eso, okno! Soy muy dramática :$

Scott... amo a ese niño. ¿Saben qué es lo mejor? ¡Tiene mi edad! :D Pero bueno, Isabella e encariño con el niño, pero no todo irá muy bien. Nos vemos en la próxima actualización. Por favor, no me amenazen con que no podrán dormir, eso realmente afecta a mi consciencia :(

Lullaby SH


Acerca del Autor

Nos dedicamos a brindar información a todos los fans de la Saga Crepúsculo. Desde entonces nos hemos encargado de cubrir premieres, eventos, actualizar día a día nueva información sobre el cast. Después de que terminó la épica Saga en Noviembre del 2012, seguimos los proyectos de cada actor como corresponde.
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