Cap 5: La Mejor Inversion de sus Vidas

Por Diana Méndez   Publicado a las  3:13 a. m.   0 comentarios


Capítulo 5

Edward se detuvo enfrente de la puerta de su 'mujer', como desde hace un día lo era. Tocó la puerta un poco fuerte para que su esposa despertara.

—Ya escuché que tocaste la puerta, Edward —contestó Isabella, abriendo la puerta y saliendo de ella para encontrarse con su marido—. No necesitas hacerlo 3 veces más.

—Pensé que seguías dormida, Isabella —le discutió él.

— ¿Tengo aspecto de recién levantada? —le pregunta, haciéndose una señal para que la vea.

Isabella lleva puesto un vestido A.L.C negro. Su cabello negro cae suelto por su espalda y solo lleva un poco de maquillaje.

—No, la verdad es que no —admite Edward—. Pero ya es hora de que bajemos a desayunar.

Recorren juntos el pasillo y, casi hasta el final, Edward se decide a preguntar:

— ¿Qué fue todo eso de anoche?

— ¿Eso de qué? —pregunta Isabella, batiendo sus pestañas confundida.

—Destrozaste tu habitación, Isabella.

—Sí, lo sé.

—Exijo que me digas por qué —dice Edward.

Bella lo encara.

—Primero que nada, tú no me exiges nada, Edward. Segundo, si lo hice fue porque quise, fácil y sencillo como eso. —Dicho esto, Isabella siguió bajando ignorando por completo a su esposo.

La mesa ya estaba servida. Edward se sienta en la cabecera de la mesa, y Bella a su lado derecho, como señora de la casa.

Una joven mujer entra al comedor.

—Sr. Cullen, aquí está su periódico —le dice la mujer.

—Gracias, Annie —le contesta Edward.

La mujer asiente y sale de la habitación.

—Estaba pensando que cuando terminaras de desayunar podríamos dar un recorrido por la mansión —insinúa Edward mientras desdobla el periódico.

— ¿Piensas que podré perderme en esta gran casa?

—Sí, sí puedes. Pero no me refería a eso. Quería decir que también podría presentarte a los empleados... ¿quieres que haga eso?

—Sí, claro —le responde ella, bebiendo de su vaso de leche—. Necesito dejar unas cosas claras.

—Cosas claras —murmura Edward rodando los ojos.

—Sí, cosas claras —contesta seria—. La servidumbre debería saber... No. —Bella niega con la cabeza—. Mi esposo debería saber que no bebo café —dice ella señalando la taza humeante de café.

—Entonces, ¿qué?, ¿beberás pura leche? —le pregunta divertido.

—Té, por favor —le contesta ella.

—Como sea. Yo te presentaré y te diré cómo es la casa, si es que no sale algo más importante que eso.

— ¿A qué te refieres con importante?

Edward traga lo que estaba masticando.

—Isabella, esta casa se mantiene con dinero. Necesito generar dinero y para eso hay que trabajar.

—De acuerdo.

— ¿Ahora me dirás? —le pregunta Edward.

— ¿Decirte qué? —le contesta Isabella.

—El porqué de tu repentina locura anoche.

—Ya contesté tu pregunta anteriormente. Porque quise.

Continuaron viéndose el uno al otro. Mirada contra mirada. Ojos verdes contra ojos cafés, hasta que otra muchacha de limpieza los interrumpió.

—Señora Cullen, tiene una llamada —dijo.

Isabella asintió y la chica caminó hasta ella. Edward le arrebató el teléfono.

—Diga —contestó.

Isabella lo miró con sus ojos echando chispas.

—Oh, por Dios, hermanita, cómo te cambió la voz. Edward, ¿puedes pasarme a mi hermana?—anunció Vanessa desde el teléfono.

Edward rueda los ojos y le entrega el teléfono a Isabella.

—Tu hermana —dice.

Isabella rueda los ojos y toma el teléfono a regañadientes.

—Hola, Essa, ¿qué pasa? —contesta Bella.

—Bella, solo llamaba para saber cómo estabas. ¿Todo bien? —pregunta.

—Sí, Vanessa, todo bien. ¿Te parece si después hablamos? Me duele mi cabeza —le dice.

—Claro, que no se te olvide tomar tus pastillas.

—Claro que sí, nunca se me olvida. Adiós. —Cuelga.

— ¿Te duele la cabeza? —pregunta Edward.

Isabella deja a un lado el teléfono y asiente, terminando de comer lo de su plato.

—Sí, sufro dolores desde pequeña —le confiesa.

— ¿Te has checado de eso?

—Sí.

— ¿Y qué es?

—Yo no veo bien, o bueno, no lo hacía de pequeña. Me operaron a los 6 años.

— ¿Tan pequeña?

—Sí, no podía ver. Bueno, sí podía, pero demasiado borroso. Los dolores de cabeza son por el esfuerzo de ver que yo misma hago. Ahora tengo buena vista, pero los dolores siempre van a estar ahí.

—El dolor siempre está en cualquier lugar, Isabella —contesta Edward un poco distraído—. Te aviso que hoy vienen a cenar Jasper y Emmett.

— ¿Con sus esposas? —pregunta Bella asustada.

—Claro que sí, ¿por qué?

—Alice no me cae bien. Bueno, no la he conocido bien, pero no quiero hacerlo. Ella es del tipo de Vanessa y no me interesa tolerar a dos personas iguales —contesta.

—Sí, ella es algo alocada, pero es esposa de Jasper, mi mejor amigo, así que te tragas tu orgullo y le hablas —ordena Edward poniéndose de pie.

Se dirige a la cocina y da la orden mucho antes de que las chicas lo saluden.

—Angela, reúne a todos los empleados en la entrada. —Dicho esto, sale de la cocina.

Isabella aún está sentada en el comedor cuando Edward vuelve a entrar.

—Vamos a la entrada, los empleados esperan ahí.

Isabella se pone de pie y se dirige a la entrada. Edward revisa su BlackBerry y chasquea la lengua.

—No podré hacer el recorrido contigo, tengo que salir a la empresa —avisa.

Isabella asiente.

Poco a poco el vestíbulo se va llenando de los empleados, hasta que Bella habla por primera vez:

— ¿Son todos?

—Sí, son todos —le contesta Edward—. Les quiero presentar a la nueva señora de esta casa, mi esposa, Isabella Cullen —dice Edward dirigiéndose a sus empleados—. Quiero que la traten con respeto y que sepan que cualquier orden que dé ella, se toma como si fuera la mía. —Se voltea de nuevo a Isabella—. Amor, debo ir a la empresa urgentemente, ¿crees que puedes arreglártelas aquí? —le pregunta.

Isabella asiente.

—Ve, que millones de dólares se te pueden escapar —le contesta ella.

Edward asiente y sale de la mansión.

—Bien, como saben me llamo Isabella. Espero que todos nos llevemos bien y cualquier duda que tengan me la hagan saber. ¿Puedo saber sus nombres? —pregunta Isabella—. Y a qué se dedican aquí, por favor.

La chica que le entregó el periódico a Edward da un paso hacia adelante.

—Yo me llamo Annie y me encargo de mantener esta casa muy limpia —presume con una sonrisa sincera.

A Isabella le cae bien, y le sonríe en respuesta.

—Yo soy Angela, la ama de llaves —le dice la tipa que le entregó el teléfono.

A Bella también le cae bien y le sonríe.

—Buenos días, señora Cullen, yo soy Sue, la encargada de la cocina y nana de su esposo desde que nació —anuncia una señora de mayor edad.

Bella le sonríe de vuelta.

—De la familia, entonces —murmura.

—Algo así —le contesta.

Isabella asiente y mira a la chica que está al lado.

—Nora, de limpieza —le dice.

—Anastasia, soy de limpieza también —dice otra tipa.

—Yo soy Taylor, el chofer —dice un hombre de ojos azules muy apuesto.

Varios empleados más se presentan y Bella recuerda los nombres de todos ellos.

—Okay, muchas gracias, tal vez más al rato le pida a alguien que me haga un recorrido por la casa. Con permiso. —Dicho esto, Isabella desaparece y sube a su habitación. Busca su celular entre el tiradero de ahí, y le marca a Edward.

— ¿Qué pasa? —le pregunta.

— ¿Qué empleado es de tu mayor confianza? —le pregunta Bella.

— ¿Para qué quieres saber eso?

—Para pedirle que limpie el desastre de mi habitación. Supongo que no todos saben que no duermo contigo.

—Pídeselo a Angela o a Annie. En una hora llego a la casa, ¿de acuerdo?

Bella cuelga el teléfono en vez de contestar. Baja de su habitación y entra a la cocina. Sue, la señora mayor, está entretenida leyendo un libro de recetas. Annie se encuentra encima de un taburete limpiando la vitrina de los platos. El refrigerador se encuentra abierto y eso es porque Angela se encuentra revisándolo y anotando en una libreta pequeña los ingredientes que faltan, o eso piensa Isabella. Todas le dan la espalda así que no se percatan de su presencia.

—Mamá Sue, prenda la radio por favor, muero de aburrimiento —le pide Annie aún limpiando la vitrina.

—No sabemos si a la señora Cullen le moleste —le dice la señora Sue.

—Será un volumen bajito, ni siquiera se dará cuenta.

Sue se estira un poco y prende la radio. One more night se escucha por las bocinas.

—Mi canción favorita —chilla Annie.

—Todas son tus canciones favoritas —le recrimina Angela.

—You and I go hard at each other like we're going to war,

You and I go rough, we keep throwing things and slamming the door,

You and I get so damn dysfunctional we start keeping score,

You and I get sick, yeah I know that we can do this no more —cantó Annie.

Se bajó de la tarima y empezó a bailar, pero paró en seco cuando al girar se encontró con su patrona. Bella caminó hasta ella y empezó a cantar tomando la pista de la canción.

—So I cross my heart and I hope to die,

That I'll only stay with you one more night,

And I know I said it a million times,

But I'll only stay with you one more night.

—A mí también me gusta Maroon 5 —murmura Isabella. Annie, Angela y Sue estaban como estatuas—. Tranquilas, no les haré nada —les dice Bella con una sonrisa. Annie parece relajarse.

—Qué coincidencia, al patrón también le gusta, me atrevería a decir que son su banda favorita —le dice Annie.

Isabella frunce el ceño, pero aun así asiente.

—Angela, necesito que vengas conmigo —dice Bella.

Angela asiente y le entrega la lista a Sue. Bella da la vuelta y sube de nuevo a su habitación. Angela la sigue.

Al llegar a la habitación, Angela se queda con la boca abierta al ver todo el desastre que hay ahí.

—Edward me dijo que podía pedirte a ti que arreglaras la habitación. Aunque creo que es mucho, podría ayudarte también Annie —le dice Isabella.

—No se preocupe, yo le digo a Annie, usted no se moleste —le contesta Angela con una sonrisa un poco nerviosa.

—No, nada de eso, yo lo hice.

Angela camina distraída por la habitación y mira el espejo.

— ¿Usted lo rompió? —pregunta viéndola fijamente.

—Sí, fui yo. —Isabella agacha su mirada viendo la gran cortada que tenía en la mano.

— ¿Por qué no me dijo que le curara esa mano? Le ha de doler mucho —murmura Angela. Se sienta enseguida de ella.

—No lo consideré demasiado. No importa si duele, es un recordatorio —comenta Isabella.

—El señor Edward se molestará; él se preocupa mucho por usted —dice Angela poniéndose de pie nuevamente y comenzando a rejuntar las cosas tiradas.

—No sabe lo que dice, Angela.

—Claro que sé, señora, si no, no le diría nada. Edward puede tener mal genio muchas veces, pero ha sido la misma vida quien lo ha tratado así —asegura Angela. Toma las sábanas de la cama y las lleva al cesto de ropa sucia.

— ¿Edward? Hay mucha confianza entre ustedes, ¿no? —pregunta Isabella.

—Por supuesto que la hay. Su esposo ha sido muy generoso conmigo; nos conocemos desde que estábamos en pañales.

— ¿Oh, sí? ¿Y eso por qué? —preguntó Isabella interesada.

Angela se quedó en silencio aún con los cojines en sus manos y después fijó su vista en su patrona.

—Mi verdadera madre me abandonó cuando tenía dos días de nacida —murmuró—. Me dejó en esta casa, y Sue me recogió. Me llevó a su cuarto. ¿Ha visto los cuartos de empleados? Se encuentran hasta el final. El joven Edward los remodeló y ahora parecen departamentos. Como decía, mi madre me abandonó y Sue me recogió. Ella es mi madre ahora. Ese día, ese 20 de Junio de 1982, la señora Esme dio a luz a Edward, por eso los patrones no se encontraban en la casa. Al llegar aquí el señor Carlisle pidió que me entregaran en una casa hogar, pero la señora Esme lo retuvo y le pidió que me quedara, que me dejara vivir con Sue. Los Cullen siempre apoyaron a Sue. —Angela suspiró—. La señora Esme pidió que entrara al mismo colegio que su hijo, una escuela para niños ricos en donde yo no encajaba para nada; el joven Edward siempre me defendió de los que me decían cosas.

— ¿Te maltrataban en la escuela? —preguntó Isabella.

—Sí, me decían muchas cosas feas. Una vez vinieron unos compañeros de Edward y me vieron aquí, en la cocina fregando trastes; ellos lo contaron en el colegio y todos se burlaron de mí, menos Edward y la señorita Elizabeth.

— ¿Elizabeth? —preguntó Isabella, totalmente confundida.

— ¿No sabe quién es Elizabeth? —Fue el turno de Angela de estar confundida—. Su esposo, el joven Edward, tiene dos hermanas.

—Yo... Yo no sabía eso. ¿Dos hermanas?

—Sí, Elizabeth y Hayley Cullen —dijo Angela.

Isabella se quedó congelada. Ella nunca había visto a las hermanas de Edward. ¿Por qué?, se preguntó Bella.

—Háblame sobre ellas —pidió Bella.

Mientras Angela iba rejuntando la habitación, empezó a relatar el secreto de los Cullen.

—Elizabeth es cinco años menor que Edward y tiene los ojos verdes hazel. La señorita Hayley tiene 18 años apenas.

—Eso es increíble. No puedo creer que he conocido a Edward de toda mi vida y jamás he sabido que él tiene dos hermanas más —comentó Bella distraída con sus pensamientos.

— ¿Quiere que le siga contando la historia? —pregunta Angela.

—Por supuesto.

—El joven Edward se fue a estudiar al extranjero y me dejó a mí sola. El colegio era hasta terminar la preparatoria y tuve que quedarme tres años yo sola, porque la señorita Elizabeth se fue a Londres cuando cumplió 8 años, y Hayley cuando tuvo 10; pero yo ya estaba muy grande para juntarme con ella, yo ya tenía 22 años, y fue cuando Edward volvió.

— ¿Cuando él tenía 22 años? —inquirió Isabella.

Angela asintió.

—Sí. En resumidas cuentas, el joven Edward fue estudiar a Italia cuando tenía 15 años y regresó hasta los 22.

—Entonces, las hermanas de Edward casi no estuvieron aquí, ¿verdad?

—No. La señorita Lizzy se fue de aquí a la edad de 8 años, y Hayley a los 10.

—Entiendo. —Isabella asintió.

Angela se dedicó a terminar la habitación. Mandó a que cambiaran el espejo y también le vendó la mano a su patrona.

Isabella dio el recorrido por la mansión en compañía de Annie, la chica bailarina. Fueron hablando trivialidades en el camino, como que Annie era de Michigan y le encantaba bailar. Su banda favorita era Maroon 5 también.

Edward llegó a las tres horas. Ordenó que todo estuviera listo a las 8 pm, porque los Hale y los McCarty vendrían a cenar.

Ya eran las 6:30 pm y Bella decidió que ya era hora de bañarse. Llenó el jacuzzi con esencias de fresias y se metió dentro. Duró 30 minutos en el agua y decidió que ya era hora de salir.

Decidió ponerse un blusón rosa fucsia, que más bien parecía un vestido corto. El pelo lo llevó suelto y planchado. Su cabello negro como la noche contrastaba con su vestido y se veía hermosa.

Como Isabella no era de las mujeres que necesitara mucho maquillaje, decidió solo ponerse unas sombras un poco oscuras y lápiz labial rosa pálido. Sus mejillas siempre sonrojadas no necesitaban nada más.

Edward abrió la puerta de su habitación sin siquiera tocar.

—Emmett ya llegó, están abajo —dijo.

Isabella volteó hacia él, pues se estaba mirando en su nuevo espejo, y decidió salir ya.

— ¿Me veo bien? —le pregunta.

Edward se muerde el labio y contesta:

—Demasiado bien, diría yo.

—Gracias, tú también te ves bien —le comenta Isabella.

Edward se acerca a Bella lentamente y la toma de la cintura, bajando sus manos lentamente.

—Se me hizo muy duro de tu parte haberme dejado sin una luna de miel —le dice Edward con una sonrisita en los labios.

—Lo siento, no me sentía ni me siento bien —se disculpó Isabella.

Edward soltó a su esposa.

—Vamos abajo, ya nos esperan.

—Entonces, ¿estás segura que no quieres modelar para mí, Isabella? —preguntó Alice. Todos en la mesa, incluido Jasper, su esposo, ya estaban hartos sobre la plática de Alice.

—No, Alice, no quiero modelar. Eso no es lo mío. Podrías pedírselo a Vanessa, mi hermana —le contestó.

—Oh, tienes razón. —Se voltea hacia Edward—. ¿Sabes cuándo vendrá Hayley? —pregunta.

—Mañana vienen a cenar con nosotros —le contesta.

Isabella escucha eso, por supuesto. Hoy le preguntaría a Edward acerca de sus hermanas y su desaparecimiento casual.

—Bien, la cena estuvo rica —murmura Rosalie, quien no había hablado desde que llegó.

—Hay que pasar al estudio, Edward, hay cosas de que hablar —le dice Emmett a su amigo.

—Claro.

Todos se ponen de pie y los hombres se encaminan hacia el estudio.

Las chicas caminan hasta un pequeño salón y mantienen aún la plática de moda que empezó Alice.

Dentro del estudio, Emmett se encuentra sirviéndose una copa de whisky, Edward sentado en su asiento detrás del escritorio, y Jasper frente a él esperando su copa también.

—Y bien... ¿cómo te fue en tu noche de boda? —pregunta Emmett una vez que se sienta. Jasper bebe de su copa.

—Fue como una patada en las bolas —contesta Edward.

Sus amigos fruncen el ceño.

—No recuerdo que la mía haya sido así —dice Jasper.

— ¡Claro que no! Todas las noches de boda son espectaculares, menos la mía —se queja Edward—. No hubo nada —susurra.

— ¿Nada? —pregunta Emmett.

—No, nada. Ni siquiera dormimos en la misma habitación.

— ¡Alto! Detén tu auto ahí, viejo —le dice Jasper—. ¿Cómo que no durmieron juntos? ¿Qué clase de matrimonio son?

—No somos ninguna clase de matrimonio común, Jazz.

—Pero es que... Ok, puedo aceptar el que no se quieran, el que casi se odien y no se toleren para nada, pero ustedes dos tienen una historia juntos. ¡Tal vez no fueron novios, pero te la estuviste echando por cuatro años! —reclama Jasper.

—Cuatro años son cuatro años —comenta Emmett.

—No, Emmett, cuatro años son cinco —le responde Jasper sarcásticamente.

—Me refería a que cuatro años no se olvidan así porque sí —le reprende—. Edward ha salido con Bella, a escondidas y todo, pero han tenido sus encuentros, y esas cosas no se olvidan, o tan siquiera tu amiguito no lo hace.

—Tienes razón —le apunta Jasper.

Los tres amigos siguieron hablando de trivialidades de su trabajo, de deportes, y de sexo...

—Bien amigos, es hora de que me vaya. Tanta plática sobre sexo me está poniendo ansioso, es mejor que me vaya o me convertiré en gay —dice Emmett viendo a sus amigos sensualmente. Jasper se persignó.

—Que te vaya bien, y buenas noches —le dice Edward.

Emmett sale del estudio, dejando a Edward y a Jasper solos.

—Te acercarás a ella, ¿verdad? —pregunta Jasper.

Edward lo mira confundido.

— ¿De qué hablas?

—Hablo de que te acercarás a tu esposa. No puedes dejar la situación como está, Edward. Ella es tu mujer, y como tal tienes que cumplirle.

—Yo no veo inconveniente a eso, pero es ella quien no quiere. No me convertiré en un violador, sabes que odio a esos tipos —contesta Edward.

—Nadie te está diciendo que abuses de ella —le contesta Jasper—. Mira, Edward, ella es tu esposa, y da gracias a Dios que la conoces muy bien desde antes. Sabes cuáles son sus puntos débiles y todo eso. Utiliza eso como arma, compañero. Sedúcela o que se yo, pero no la dejes ir, porque se puede ir. Es una mujer joven y bella, puede conseguirse a quien sea —le advierte Jasper.

—Lo sé —coincide Edward.

—Bien, entonces actúa rápido, porque si no lo haces, te comen el mandado.

Edward aprieta el respaldo de su silla con furia. Jamás permitiría que otro hombre tocara asu Isabella. Ella era de él, y eso tenía que conservarse siempre.

Vale, no tengo perdón, o tal vez sí ;) El capítulo estaba listo desde el ¿domingo? Si, creo que sí. Mi beta, mi adorada Yanina, se quedó sin Internet, & es por eso que no pude actualizar antes. Sus amenazas, por favor retirenlas, me asustan.

Creo que no tengo nada más que decir, más que gracias por su apoyo, eso es muy bonito para mí. Gracias por los comentarios que me dan :3

Lullaby SH


Acerca del Autor

Nos dedicamos a brindar información a todos los fans de la Saga Crepúsculo. Desde entonces nos hemos encargado de cubrir premieres, eventos, actualizar día a día nueva información sobre el cast. Después de que terminó la épica Saga en Noviembre del 2012, seguimos los proyectos de cada actor como corresponde.
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